No parece un gesto amistoso y de confianza de parte de López Obrador hacia Claudia Sheinbaum entregarle un país en llamas. Pareciera ser más bien una fruta envenenada. Eso es lo que sucede en esta insólita transición de mando entre integrantes de la misma fuerza política.
El sistema de justicia está casi paralizado por el paro indefinido de los trabajadores, jueces y magistrados del Poder Judicial; el presidente está enfrentado al sector empresarial, incluyendo a los meros “machuchones”, exigiéndoles definiciones en su guerra imaginaria; y, por si eso fuera poco, ha abierto un nuevo frente con los Estados Unidos porque aseguraron a dos cabezas del narcotráfico que él no pudo o no quiso capturar, y ahora porque expresan sus preocupaciones por la reforma judicial.
Esos son solo tres conflictos que están complicando una transición que debiera de ser tranquila para que la nueva presidenta inicie su sexenio en mejores condiciones.
Desafortunadamente, no es eso lo que hoy está sucediendo, por el contrario, al cuarto para las doce el presidente sigue atizando el fuego que él ya no podrá apagar.
El paro de los trabajadores del Poder Judicial es inédito en la historia moderna del país. Lo han hecho porque el gobierno no les dejó otra opción y merecen toda la solidaridad de la población mexicana. Están defendiendo sus derechos, pero también la independencia de uno de los poderes de la nación.
Lo han dicho una y otra vez, no se oponen a que haya una reforma que mejore la impartición de justicia, respete sus derechos y preserve la carrera judicial. Una que sea una diseñada por especialistas nacionales e internacionales y con la participación de los miembros Poder Judicial.
Las advertencias y protestas sobre lo que está sucediendo vienen de todos los sectores: de especialistas en derecho, de analistas y columnistas, de las agencias calificadoras de riesgos, de los empresarios a través de sus máximas organizaciones (Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicano de Negocios) y hasta de las embajadas de los socios comerciales en el TMEC.
El jueves se sumaron las preocupaciones expresadas por los embajadores de Estados Unidos y Canadá en el país, por el impacto de la reforma en las relaciones comerciales entre los socios del TMEC. Ken Salazar dijo: “la elección de los jueces representa un riesgo mayor para el funcionamiento de la democracia en México y (para) la integración de las economías de México-Estados Unidos y Canadá. Cualquier reforma judicial debe tener las salvaguardas que garanticen que el Poder Judicial sea fortalecido y no esté sujeto a la corrupción de la política.”
No es trivial lo que sucede y no debiera menospreciarse. En cinco semanas López Obrador se va, pero Claudia Sheinbaum se queda y recibirá el rancho ardiendo.
Por el bien de México y el éxito de su administración, ella debería mandar un mensaje de mesura y pronunciarse por un análisis más cuidadoso y consensuado de la propuesta para votarse en el periodo de la legislatura que inicia en febrero.
El grupo en el poder no está calibrando adecuadamente los riesgos. Siguen viendo el tema como una lucha entre buenos y malos, lo que no les permite valorar el papel que juega la confianza de los inversionistas en el funcionamiento de los mercados y en la estabilidad de la economía.
La estabilidad financiera del país se asienta en el tipo de cambio y este descansa en buena medida en las inversiones en valores denominados en pesos, que son las que explican la apreciación del tipo de cambio durante buena parte de este sexenio.
Sin embargo, así como llegaron se pueden ir de la noche a la mañana y, con ello, arrastrar al peso y llevar a una potencial crisis financiera que luego pudiera transmitirse al sector productivo.
De por sí, en términos de crecimiento este será prácticamente un sexenio perdido con un promedio anual de alrededor de uno por ciento, con nulo crecimiento del producto por habitante, ahora pudiera sumarse una crisis financiera que marcaría el final de sexenio.
La más afectada por una situación así sería la propia Claudia Sheinbaum que tendría que apagar el incendio que le están dejando. De no haber un poco de prudencia en el nuevo equipo de gobierno, el último mes de la administración de López Obrador podría ser recordado en el futuro como septiembre negro.
Por otro lado, el presidente no se da cuenta que su fuerza política ha declinado y ya nadie le contesta sus reclamos. Estados Unidos no ha respondido a su solicitud de información sobre la detención de El Mayo; los empresarios machucones a los que retó también lo ignoraron (excepto Ricardo Salinas), y los demás cuentan los días para que se vaya. Pero AMLO sigue iniciando guerras en las que ya peleará.
Hasta un columnista tan afín a la 4T como Jorge Zepeda Paterson se preguntaba el jueves 22 en su columna ¿Qué quiere López Obrador? ¿Por qué a seis semanas se su partida sigue abriendo frentes de batallas que él ya no librará? Luego expone una serie de posibles razones para tratar de entender lo que pasa, pero al final introduce el factor emocional como reacción a su inevitable despedida y concluye con la lapidaria frase “Genio y figura hasta la sepultura”.
No importa que el país de vaya por la borda, ¡y Claudia también!
mvalenzu55@yahoo.com.mx