Por Ramón Pacheco Aguilar.-La pregunta anterior pareciera pueril, inocente, ingenua y hasta infantil, pero creo que no lo es. Tal vez solo haya pasado desapercibida o inadvertida por desconocimiento o por temor a no saber, y menos poder, responderla.
Nuestros gobernantes, estatal y municipal, presumen que Hermosillo es una ciudad moderna y funcional; pero no lo es, ni lo primero ni mucho menos lo segundo. Vivir en el engaño solo a ellos les hace bien.
Nuestra ciudad posee un pool vehicular enorme y vialidades insuficientes para manejarlo adecuadamente. Años atrás leí, en alguna fuente, que Hermosillo contaba con un vehículo automotor por cada tres habitantes. Luego entonces, si somos una ciudad de un millón de habitantes, “rolan” por sus calles y avenidas la friolera aproximada de 330 mil vehículos.
¿Cuáles son las causas de los embotellamientos vehiculares que devoran el tiempo y la paciencia de los automovilistas hermosillenses? Podría mencionar al menos tres, controversiales tal vez, pero causas al fin: 1) Falta de pasos a desnivel, deprimidos o elevados, en los principales cruces (Rosales-Encinas, Solidaridad-Colosio, Navarrete-Solidaridad, Morelos-Rodríguez, etc.). 2) Falta de fluidez por exceso de semáforos o falta de sincronía en los mismos y 3) Falta de un transporte urbano público eficiente y cómodo para reducir el uso del vehículo. Estos embotellamientos son comunes prácticamente durante todo el periodo diario donde se incluye la jornada laboral (8 am – 8 pm).
Para un cálculo sencillo, imaginemos tan solo un embotellamiento de cinco minutos que comprenda 50 vehículos, cada uno con un solo ocupante. Lo anterior no significa la perdida de solo esos cinco minutos, sino de 4.2 horas de trabajo hombre/mujer. Ahora imaginemos dos, tres o cuatro ocupantes por vehículo, esas horas perdidas se convertirían en 8.4, 12.6, 16.8. Esto significa un poco más de dos jornadas de trabajo individuales de ocho horas cada una. Es como si un trabajador/a faltara dos días seguidos a su trabajo sin justificación alguna. Seguramente perdería su trabajo. Ahora, ¿cuántos embotellamientos similares se dan diariamente en toda la ciudad? ¿100? ¿200? Estaríamos hablando de cientos, tal vez, miles de horas de trabajo. Seguramente no estamos impuestos a ver los embotellamientos con esta óptica, una franca pérdida de tiempo, empleo, productividad y dinero.
Si consideramos un salario promedio por hora en México de 37 MN, y hacemos el cálculo sencillo mencionado arriba, tendríamos una pérdida de 155.4 MN por persona y 7,700 MN si solo contabilizamos ese embotellamiento de 50 vehículos por 5 min. Entonces, si consideramos las probables combinaciones de número de embotellamientos diarios, duración de los mismos y ocupantes en los vehículos involucrados, la multiplicación arroja cifras de millones de pesos.
¿Entonces, debemos considerar o no los desagradables embotellamientos? ¿Cuántas jornadas de trabajo estamos desperdiciando? ¿Cuánta producción diaria? ¿Cuánto dinero? ¿Cuántos nuevos trabajos equivalentes? ¿Entonces, vale la pena atender sus controversiales causas? La conclusión, sin mucho esfuerzo de por medio, es que “nuestros” gobiernos estatal y municipal, deben moverse rápido, y diligentemente, para abordar este escenario “cuasi” oculto. ¿Cuándo lo harán?
Además, tenemos que considerar también otros costos “intangibles” como el llegar tarde al trabajo, a la escuela, a la cita médica, a la reunión de amigos/as, a la nueva entrevista de trabajo, a la presentación cultural tanto tiempo esperada, a la presunción de que somos educados y puntuales. Muchas otras cosas derivan de esos presumiblemente “inofensivos” embotellamientos que fallan en embotellar nuestro enojo y nuestra protesta (que no es escuchada pero, ese es otro asunto).