El celular en clase

Por Ramón Pacheco Aguilar.-No tengo ni la menor duda de que el teléfono celular es una herramienta muy útil pues nos soluciona y facilita la vida; sin embargo, hay sus excepciones.
En algunos casos pudiese aplicar el dicho aquel que dice: “el respeto al celular ajeno es la paz”, pero ese es otro cantar. Todo mundo lo presumimos como si fuese una divinidad de la cual no nos podemos separar so pena de que se nos venga el mundo encima, sintiéndonos desprotegidos.
Penoso el depender de un aparato en esa medida. Ciertamente podemos hacer tantas cosas con un celular de última generación; entre ellas, hablar por teléfono.
En la Universidad de Sonora, en mi primer día de clase, les doy a mis alumnos/as la información e indicaciones de como la llevaremos, de cómo evaluaré la calidad de su participación, de sus presentaciones y sus contenidos en los trabajos y tareas que tendrán que entregarme. Les comento sobre la importancia de su participación y las expectativas que tengo respecto a sus agudas preguntas y dudas. Al final, me queda la sensación de que nomas me oyeron y no me escucharon. Durante el semestre me doy cuenta de que esta primaria apreciación era no del todo correcta.
De su comportamiento una cosa me es notoria: su dependencia al celular, mayúscula, superlativa, mapamúndica, y tal vez, absurda. Pero eso también aplica a muchos adultos y, al respecto, no estoy en condición de tirar la primera piedra.
El celular llego para quedarse y estará con nosotros por un buen tiempo adicional. ¿Qué seguirá después? Echemos a volar nuestra imaginación sobre una perentoria realidad donde la ficción se mezclará diáfanamente con la realidad sin que, de ello, nos demos cuenta. Entonces, los algoritmos nos dominarán.
El celular es una herramienta (casi) imprescindible. Del uso que hagamos de ella nos convertirá en “solo” artesanos o en “únicos” artistas.
Mi recomendación a mis alumnos/as sobre su uso en clase fue para que dieran seguimiento a los materiales del día y reforzaran los contenidos recibidos.
Y resulta que prácticamente todos/as se pusieron hacer lo sugerido y de repente, mi exposición sobre la teoría de Shallenberger sobre poder edulcorante de los azucares era complementada con preguntas derivadas de la información que aparecía en Google.
Interesante la inmediatez con que mis alumnos/as podían comparar la información que les proporcionábamos ambos, el Sr. (o Sra.) Google y un servidor.
Ha sido una muy buena experiencia esta complementación didáctica. Lo seguiremos haciendo. Mis alumnos/as también sorprendidos y sonriendo levantaban la ceja.
Quiero imaginarme si en mis tiempos universitarios hubiese contado con este buen amigo. Me atrevo a decir que las carencias de bibliotecas no se hubiesen notado y nuestras angustias por encontrar la información solicitada no hubieran existido.
Además, la información hubiese sido la mas actualizada y no la que recibíamos con 5-10 años de retraso cuando recurríamos a libros de texto o revistas que tardaban el llegar a nuestras manos.
En lo posible, seguiremos con esta práctica. Todos quedamos satisfechos y convencidos de la utilidad de este “aparatito”. Bajo este esquema, celebro el uso del celular en clase.

(rpacheco@ciad.mx / @rpacheco54)