Por Ramón Pacheco Aguilar.- Tal vez, pero solo tal vez, el titulo de mi columna de hoy sea severo, riguroso, duro, incómodo, molesto e impertinente para algunos; pero indiscutible, para algunos otros. Ciertamente en mi título me refiero a mi ciudad, a la ciudad donde vivo y me desempeño cotidianamente; a mi Hermosillo, la ciudad para la cual pago mis impuestos. Nuestra ciudad capital adolece, independientemente de lo mucho que sobre ella se dice últimamente por las autoridades municipales, de carencias y omisiones que causan penurias, privaciones y menoscabos al ciudadano común.
Algunos ejemplos: 1) El exceso de tráfico y la ausencia de vías y ejes viales dinámicos provocan caos, accidentes y retrasos laborales. Es claro que la educación vial brilla por su ausencia tanto entre choferes, automovilistas y ciclistas, como entre peatones. 2) Un anárquico transporte urbano que toma por asalto calles y avenidas, secuestrando carriles completos ante la carencia de paradas diseñadas para serlo. 3) Calles, avenidas, y grandes bulevares también, donde uno tiene que adivinar el carril por el cual transita. 4) Pavimento destruido y “baches” abismales como verdaderas fauces oscuras que esperan inmisericordes a su presa. 5) Banquetas inexistentes o invadidas por vehículos de automovilistas insensatos y anuncios sin sentido que expulsan al peatón hacia la calle. 6) Parques públicos con instalaciones de todo tipo destruidas y colmados de basura. 8) Exceso de anuncios comerciales por doquier convertidos en una estresante contaminación visual, algunos de ellos con una superestructura metálica que representa un verdadero peligro para quien vive o trabaja debajo o próximo a ellos. 9) Tracto-camiones con remolques sencillos o dobles que se mecen de carril de carril a toda hora y 10) Una mancha urbana que crece sin control para la cual no hay presupuesto que alcance y así otorgar todos los servicios municipales indispensables.
Hermosillo requiere de un ordenamiento urbano y ecológico para hacer de ella una ciudad sustentable en consonancia con sus habitantes y en armonía con su ambiente. Pero para ser la ciudad modelo que queremos, y de lo cual se hace gala anticipada, para ser una ciudad referente de clase mundial, necesitamos resolver primero los problemas elementales señalados anteriormente y otros muchos más. Pero también, necesitamos ser ciudadanos de clase mundial, atentos a nuestras necesidades y responsables de nuestros actos; identificados socialmente, críticos, pero propositivos.
El Gobierno municipal desde su inicio nos ha convocado para lograr lo que hasta hoy nadie ha logrado. Creo que es preciso responder a su llamado. Pero necesitamos de este gobierno consecuencia y no solo reflectores y twits. De ello ya estamos cansados. El Gobierno municipal debe presumir, para cada acción que realice, de su indicador mesurable de valor, de su impacto, de su trascendencia. Solo así alcanzaremos el beneficio colectivo que se logra con identidad, honestidad, honorabilidad, trabajo, eficacia y eficiencia de un buen gobierno y de gobernados responsables. ¿Lo podremos hacer? Nosotros, los ciudadanos, tenemos la última palabra para hacer de Hermosillo la ciudad que queremos ser. Que así sea.