Por Ramón Pacheco.-Vivir en sociedad implica responsabilidad, compromiso, dedicación y entrega. Como ciudadanos, tenemos derechos inalienables, pero también innegables obligaciones. Todo ello forma parte de lo que podríamos llamar una “Cultura Ciudadana”; pero no me refiero aquí solo a un concepto, sino a un proyecto de conducta, a una forma de vida. Como proyecto, interesante sería el definir sus objetivos, sus metodologías, sus metas y resultados mesurables en el corto plazo.
Si entiendo por “Cultura Ciudadana” el desarrollo intelectual o cultural del habitante de la ciudad, entonces ¿cuál sería el alcance de este proyecto? ¿quiénes serían los encargados de proponerlo, impulsarlo y mantenerlo?
Supongamos que se tratara de un proyecto local de “Cultura Ciudadana” cuyos objetivos fuesen, entre otros, lograr un estado de armonía social, generar bienestar y expectativas de desarrollo, respetar y conservar el patrimonio e infraestructura citadina, etc., entonces, ¿Cuáles serían las herramientas indispensables para alcanzarlos? Desde mi punto de vista, básicamente dos.
La primera, desarrollar respecto a la ciudad el “Sentimiento de Pertenencia”. Hermosillo debe dejar de ser “la ciudad” en la que vivimos, para convertirla en “Nuestra Ciudad”. Mientras no logremos este nivel de identidad, hablar de cultura ciudadana no será más que retórica pura. ¿Pero, como desarrollar semejante sentimiento?
Ciertamente es fácil detectar en el entorno social, resentimiento y desencanto hacia las formas en que se conduce la vida económica y política donde nos desarrollamos. Grandes sectores de la población viven expuestos a diferentes niveles de rezago en las oportunidades de tener un trabajo, casa, educación, servicios públicos básicos, seguridad, etc. Es fácil suponer y entender a quién o a quienes, estos ciudadanos hacen responsable de su desventura. Con estas inconveniencias, el pretender que aflore el sentimiento de pertenencia e integración ciudadana seguirá siendo reducido.
La segunda, lograr una actitud de “Identidad hacia los Gobernantes”. Bien lo señaló Homero: “Un buen gobernante es la imagen de los Dioses”. En este tenor, el ciudadano debe identificar, reconocer y respetar a los gobernantes porque son parte de él mismo, puesto que fueron democráticamente electos. Pero estas acciones (identificar, reconocer, respetar), no son solo aplicables al ciudadano; al contrario, deben ser el acervo conductual primario del gobernante hacia el gobernado.
Sirviéndome de una analogía, la ciudad debe ser más que nuestra casa; debe ser nuestro hogar. Y en un hogar, prevalece el esfuerzo familiar de trabajo conjunto por un objetivo común de bienestar para el presente y hacia el futuro en una ambiente de identidad, equidad y respeto.
En los esfuerzos por lograr esta “Cultura Ciudadana” hay cierto camino recorrido, pero la meta aún se pierde en el horizonte.
Solo la coherencia de nuestros actos como ciudadanos, gobernantes y gobernados, nos conducirá a la integración y consolidación que toda cultura requiere. Como ciudadanos todos, nuestros objetivos básicos de bienestar son los mismos a la vez que independientes de partidos o plataformas políticas, por lo que debiera ser fácil ponernos de acuerdo en ellos.
Acepto que pueda haber discusión al respecto, pero esta debe conducir a la brevedad a acuerdos y consensos. Una vez logrados, la unidad en la acción es el paso a seguir. Así de fácil es alcanzar la “Cultura Ciudadana”: sentimiento de pertenencia, con el indispensable aderezo de identidad con nuestros gobernantes. Nada imposible; creo.
*Dr. Ramón Pacheco Aguilar. Investigador titular de CIAD. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel III, y de la Academia Mexicana de Ciencias. (rpacheco@ciad.mx, @rpacheco54).