Algunos abuelos pueden, si quieren, presumirles a sus nietos el haber sido espectadores de al menos 15 Juegos Olímpicos (J.O.) y hasta podrían impresionarlos narrándoles hechos y situaciones históricas acontecidas durante la celebración de dichos eventos de cobertura universal.  

Uno de ellos sucedió en Berlín, Alemania, en 1936 en medio de la feroz envestida del nazismo y el otro, en la Ciudad de México, en 1968, cuando el movimiento estudiantil que reclamaba democracia y justicia social fue reprimido violentamente en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, 10 días antes de la inauguración de los juegos,

Es importante recordar Berlín y no olvidar Ciudad de México, actualizar los actos de valor civil de quienes demostraron en las competencias deportivas ser los mejores; es la oportunidad de depositar en las nuevas generaciones un mensaje que privilegia el poder de la convicción del bien que anida en los corazones. Atletas de élite que optaron por la verdad rechazando toda forma de sumisión.

En los J.O. de Berlín el atleta afroamericano de 23 años, James Cleveland “Jesse” Owens (Oakville, Alabama, 12 de septiembre de 1913 – Tucson, Arizona, 31 de marzo de 1980), barrió con el racismo nazi que proclamaba la supremacía aria al ganar 4 medallas de oro en 100 y 200 metros planos, salto de longitud y relevos 4X100. 

Owens pasó a la historia como modelo inspirador de grandes hazañas y testimonio fiel del “otro poder”, el del deporte. Ese día nació el mito: Hitler, humillado, decidió no felicitar a Owens y a ningún otro atleta.

En los J.O. de Ciudad de México, el 16 de octubre de 1968, durante la ceremonia de premiación de los 200 metros planos, los afroamericanos Tommie Smith (medalla de Oro) y John Carlos (medalla de bronce), junto con el australiano Peter Norman (medalla de plata) subieron al pódium, con el gran detalle que los dos primeros lo hicieron descalzos para simbolizar la discriminación que sufría su comunidad. 

Millones de personas que seguíamos el evento a nivel mundial fuimos testigos de cómo los dos afros agacharon la cabeza y levantaron sus brazos (uno el izquierdo, el otro el derecho), con las manos enfundadas en guantes negros cuando al fondo se escuchaban las notas del himno nacional de los Estados Unidos de Norteamérica.

El inesperado y valeroso acto desató la lucha por los derechos civiles en la unión americana y al mismo tiempo provocó la reacción del Comité Olímpico Internacional presidido por Avery Brundage, organismo que consideró el gesto como “una manifestación política inapropiada”, ordenando su suspensión del equipo olímpico. 

El reconocimiento les llegó años después, Smith y Carlos fueron honrados con estatuas por su acto de valentía el cual dejó una profunda huella por el alcance de los Juegos Olímpico y el poder del deporte.

En las justas deportivas se ponen a prueba las facultades físicas y mentales de los competidores, pero no solo eso, porque la historia de los J.O. registra actos de valor que implican mucho más: significan saber enfrentar las consecuencias de ejercer y expresar las convicciones personales, esas que anidan en la mente, el corazón y el espíritu; las que privilegian el poder del bien, la verdad y la libertad, frente a los poderes temporales, muchos de ellos ominosos, y casi siempre, egoístas, engañosos y represivos. 

Queda tela de donde cortar…

Ex rector de la Universidad Kino