Por las calles de Hermosillo y la muralina urbana

Por Ramón Pacheco Aguilar.-Hace 15 años inicié este mi gran pasatiempo, mis periplos en mis bicicletas, antigua una, pero funcional al paso del tiempo; la otra, más o menos. Ambas me permitieron conocer más y convivir con mi Ciudad y sentir su pulso diario. Sin presunción alguna, puedo decir que la conozco, permitiéndome afirmar que es una ciudad bella, con historia, tradición e identidad que se manifiesta en sus calles, en sus plazas y parques, en sus colonias populares, en sus mercados y universidades, con una riqueza arquitectónica que pasa desapercibida para la mayoría de nosotros, pero que está ahí, esperando nuestra atención. Todo lo que he visto, escuchado y platicado, lo he compartido en redes sociales (Twitter e Instagram) a través de mis dos series: “Por las Calles de Hermosillo” y “Muralina Urbana”.
Muchas son las colonias que recorrí permitiéndome interaccionar con los/as habitantes de las mismas; incluso, alguna vez fui invitado a tomar café y comentar sobre el que andaba haciendo tan lejos de casa o a que me dedicaba. Así recorrí: Los Olivos, el Palo Verde, el Choyal, La Metalera, La Matanza, la Manga, la San Luis, el Centenario, la Pitic, la Centro, la Jesús García, El Sahuaro, la Loma Linda, Las Quintas, Pueblitos, la Casa Blanca, y por supuesto la gloriosa Cinco de Mayo (orgullo de sus residentes), entre muchas otras. Mi objetivo en cada “pedaleada” era buscar y sentir la expresión humana cotidiana, la artística y cultural, incluso la política. Capturar en la cámara de mi viejo celular los tesoros arquitectónicos de nuestra ciudad, los murales de nuestros/as artistas urbanos con los que alguna vez tuve la oportunidad de platicar, el bullicio de los tianguis, las consignas, los grafitis; todo me era interesante y hasta necesario, por ello siempre lo sentí como una recompensa a mi gusto y esfuerzo cotidiano.
Al principio era fácil encontrar “algo nuevo cada día”; después, fue cuestión de buscar más, por lo que tenía que trazar mi recorrido la noche anterior para no repetir previos senderos. Nada era al azar, solo la sorpresa del nuevo encuentro. Y así, capté viejos carros, construcciones derruidas azotadas por el tiempo, las coloridas tienditas de abarrotes que aún se yerguen orgullosas, poemas, murales de luchadores y actores/actrices, esculturas de personajes conocidos y desconocidos, un buen número de Iglesias y hasta panteones que no tenía registrados. Creo, entre otras cosas, que tengo en mi colección todos los murales, verdaderas obras de arte, distribuidos en toda nuestra Alma Mater Universidad de Sonora.
Lo mejor siempre me fue el ver pasar al Hermosillo diario y presuroso de antes de la 8 am, sentado en las escalinatas del Museo Biblioteca, adivinar a lo lejos las conversaciones, risas y trazos imaginarios de los señores de sombrero en el pasaje del Mercado Municipal, a los niños jugando con Mamá y Papá los domingos en el Parque Madero, a los comensales de dogos en el Centro, a las manifestaciones de trabajadores/as ofendidos por los malos gobiernos, frente a sus palacios.
Ahora todo me será diferente; mas espaciado, menos emocionante. He decidido dejar “mis bicis” y continuar mi interacción urbana por otros medios, pero aun en busca continua de las sorpresas que me brinda mí Ciudad. El proyecto continúa, sin duda. Hermosillo me dará para más, mucho más. Saludos.

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