Por Ramón Pacheco Aguilar.-Esto fue lo que sufrió nuestra Alma Mater, Universidad de Sonora, en días pasados de parte de todo el aparato de Estado, Gobernador y Congreso, con la imposición de una nueva e innecesaria ley. Una ley hecha dando la espalda a la historia universitaria de las últimas tres décadas; una ley sin justificación alguna y sin modelo alguno, también, de comparación; una ley sin control interno como se dice en la jerga estadística. Los errores de esta sinrazón los comenzaremos a detectar unos más pronto que otros, pero finalmente todos emergerán. Entonces, nadie querrá cargar con la culpa. Así pasa con los irresponsables. Por el bien de mi universidad quisiera equivocarme en mi vaticinio, pero la probabilidad de ello es muy remota.
La entelequia universitaria hecha realidad con planeación académica y orden administrativo, se derrumbó; aquella utopía, que con el tiempo dejó de serlo, esta hoy amenazada en trastocarse en distopía con el auxilio del totalitarismo gubernamental sonorense. Me atrevo a asegurar que la comunidad universitaria, considerada como un todo y no solo por los obtusos revisionistas en su interior, nunca pugnaron por una nueva ley sabedores y convencidos de que la 4 les brindo las herramientas para lograr la excelencia actual.
Es necesario aclarar, porque el hecho se ha manejado tendenciosamente, que las huelgas ocurridas en estos históricos 31 años, no derivaron como producto del texto de la Ley 4 sino de coyunturas político-laborales y de insuficiencias presupuestales. Ninguna de ellas tuvo como origen el que la Universidad haya fallado en sus funciones sustantivas (docencia, investigación, vinculación) y adjetivas (administración) o por ausencia de una clara normatividad. Son dos cosas extremadamente diferentes.
¿Entonces, cuál es el reto de la Universidad de Sonora enmarcada, ahora, en su nueva ley? ¿Cuál es el punto de partida en éste su nuevo periplo en el cuál no habrá tiempo que perder ni excusas para una fase o periodo de adaptación? Bajo la 4, la Universidad de Sonora creció cuantitativamente y se desarrolló cualitativamente posicionándose como la universidad número1 en el noroeste del País (en un universo de 519 instituciones de enseñanza superior), la 14 a nivel nacional (dentro de 5,794) y entre las primeras 2000 en el entorno internacional (donde se contabilizan 64,000). Además, con una población estudiantil cercana a los 45,000 alumnos, con una matrícula de calidad del 99%, 119 Programas Educativos y 39 Posgrados de Calidad, las cosas serán un verdadero reto que no se podrá, ni deberá, esquivar. Ya veremos si una ley, sin sustento académico y organizacional, producto de deseos trasnochados de muchos años que aprovecharon los impulsos y pulsos propicios de un gobierno/congreso anodino en la materia, da resultado. Estemos ciertos que estos caprichos e intereses políticos, que no académicos, encontraran plena resonancia en el “super-democrático” Consejo Universitario con más de 130 integrantes (eso es todo lo que querían). Los tiempos y movimientos en la Universidad de Sonora entrarán en otra escala de valor donde la eficacia y la eficiencia gozarán de nueva métrica.
La ortodoxia de la democracia político-social con todos sus “asegunes” se introdujo tramposa e innecesariamente a la meritoria ortodoxia del saber. Creo que esto es demasiado para los promotores de este nuevo ordenamiento. Y yo que creí que el obscuro escenario del medioevo universitario vivido en el periodo previo a la 4 era eso, cosa del pasado.
Como lo dije líneas arriba, ojalá esté equivocado. Por ello, parafraseando a Aristóteles, no nos queda más que considerar esta nueva ley, sin aceptarla.