Por.-Guadalupe Ruiz Durazo.-Le invito a acompañarme hasta el final y a reconocer un problema común que necesitamos resolver juntos.
Para Tomás de Aquino (1225-1274), la mujer es algo deficiente y no buscado, más o menos un error genético, la especie viviente existe plenamente en el varón.
Sin el varón la mujer es imperfecta, por eso debe unirse a él en matrimonio, sin embargo, dada la mayor dignidad del varón esta debe estar subordinada y gobernada por él, que fue creado antes que ella para significar su superioridad en dignidad y gobierno.
Jean Jacques Rousseau (1712-1778) denunció las desigualdades, una detrás de otra, despreciaba las apariencias y buscaba que todos fuéramos reconocidos como iguales. Sin embargo, sobre la mujer, considera que debe procurar la estimación de su marido, si él la censura, será censurable; y aunque fuese inocente, por haber dado lugar a la sospecha tiene culpa, pues las apariencias son parte de sus deberes.
Asegura que ni son, ni pueden, ni desean ser expertas en ningún arte, les falta ingenio, a ellas les corresponde el hogar por naturaleza, que es el primer fundamento de la sociedad.
Arthur Schopenhauer (1788-1860) considera que la mujer no está destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes trabajos materiales. Padece miopía intelectual que, por una especie de intuición, le permite ver las cosas próximas, pero su horizonte es muy pequeño y se le escapan las cosas lejanas, reconoce que hay excepciones aisladas y parciales que no cambian las cosas en nada: tomadas en conjunto, las mujeres son y serán las nulidades más cabales e incurables.
Para Immanuel Kant (1724-1804) las mujeres son siempre niños grandes, es decir, no se fijan nunca un objetivo, sino que se dejan caer ahora aquí, ahora allá, pero no contemplan objetivos importantes; esto último es tarea del hombre. Esa visión ha cambiado.
Así eran las cosas, aparentemente así debían ser, era la cultura, pero siempre hubo voces que se manifestaban contra la desigualdad, que denunciaban que no era “natural” estar condenadas a ser y existir en un mundo construido por el varón.
La historia también nos cuenta de grandes y extraordinarias mujeres que en todos los tiempos lucharon por los derechos de los que gozamos.
Hoy se reconoce a las mujeres igualdad, al menos en los textos y cada día más en la vida real, un buen ejemplo es la reciente elección de gobernadores, por primera vez un buen número serán mujeres.
Con esto quiero llegar a que podemos cambiar la cultura, que no estamos condenados a ser lo que somos.
Nos urge un cambio cultural para mejorar el nivel de vida de los mexicanos en su conjunto.
Para visualizar el nivel del problema que tenemos a continuación un par de cifras: •En México, la recaudación tributaria como porcentaje del PIB se ubicó en 16.1% en 2018 (OCDE). •Por otra parte, el costo de la corrupción se estima hasta el 5% de PIB (IMCO 2015) y hay otros estudios que la ubican en pérdidas de un 9% del PIB.
México se ubica entre los 56 países más corruptos, mostrando una ligera mejoría en el Índice de Percepción de la Corrupción 2020, presentado por Transparencia Internacional en 2021, pero podría estar entre los 56 menos corruptos si pasamos del discurso a trabajar seriamente en combatir la corrupción y la impunidad.
El componente cultural no significa que la corrupción la lleve el mexicano en el ADN. Juntos podemos crear una nueva cultura.
guadalupe.ruizdurazo@live.com