Un inicuo Gobierno a punto de partir

Foto ilustrativa (Cortesía).

Por Ramón Pacheco Aguilar.– Imposible mantenerse indiferente en relación al próximo acontecimiento que inundara la vida política, económica y social del Estado, resultado de la llegada de un nuevo Gobierno colmado de expectativas derivadas de sus propias promesas, y de la partida de otro, anodino, fútil, nimio, baladí, trivial, pueril; en resumen, como diría la menor de mis hijitas, insignificante.

Muchas fueron las expectativas acumuladas por la ciudadanía sonorense durante todo un periodo, derivadas de condiciones y características por todos conocida; sin precedente, al menos, en la historia reciente. Todo ello concluye de manera vergonzosa.

Como coloquialmente se dice, el paquete del nuevo Gobierno es grande. La situación económica y financiera en la que se encuentra el estado dista mucho de ser favorable, resultado de la acción y devoción de un Gobierno saliente que ha dejado mucho que desear. Con “ralos” aciertos y desaciertos “plenos” bien identificados, el balance de su desempeño es muy inestable, tendiente a la baja inexorablemente.

Quedan un Estado y sus municipios endeudados, sin posibilidades de saldar compromisos en el corto plazo. Y por ello, ahora el ciudadano es el que tendrá que sufrir y pagar los platos rotos producto del dispendio, la ineficiencia y la ‘baquetonada’, por decir lo menos. Si hay duda sobre el uso y destino de los dineros públicos, es tan fácil comprobar a cabalidad que se hizo con cada uno de los pesos que nos pertenecían.

Se requiere una buena dosis de inteligencia, genialidad, liderazgo e identidad social para que nuestro Sonora recobre el tiempo perdido. Solo un gobierno con las mejores mujeres y hombres, sensible, incluyente, respetuoso y honorable, podrá hacerlo; o si no, solo nos queda morir en el intento. Desencanto, desilusión y coraje abundan por doquier en relación al desempeño del gobierno que casi concluye. Los sectores favorecidos, que sin duda los hubo, amplios o reducidos, son fácilmente opacados por la pobreza e indigencia que deambula por nuestras calles, por el deterioro del ambiente y por la falta de oportunidades para acceder a una vida digna.

En una democracia participativa, como la que se presume somos, el ciudadano debiera tener la última palabra. Sin embargo, hasta hoy no hemos sabido cómo ejercerla y transformarla en acciones para nuestro beneficio. Es hora de comenzar hacerlo. Que no nos vuelva a pasar lo mismo; de lo contrario, seremos un estado sin remedio.

Ahora llega un doctorado a Palacio. Aunque en el “asunto” de gobernar el grado académico no garantiza ni asegura nada, al menos deberá demostrar que maneja el “método” en su propuesta de solución a la problemática que enfrentará desde su refrigerada oficina, mientras el pueblo la sufre en la calle inmerso en un calor termonuclear que no cede. Es hora de trocar la incertidumbre social en certidumbre ciudadana; esa, que tanto nos hace falta.

Solo para terminar, me pregunto si con el número de Notarias en Sonora ya estamos “acabalados”, o si en estas últimas semanas emergerán otras como regalo a los buenos amigos que aún quedan sin atender.

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