VAMOS A VER…

Por Ramón Pacheco Aguilar.-Vamos a ver, porque eso de reformar una ley nunca debe ser un capricho y menos aprovechando coyunturas políticas que favorecen el acto. Reformar una ley procede cuando “realmente” es necesario. ¿Y cuándo lo es? Pues cuando con la ley a reformar ya no se puede avanzar, cuando no se cumple con la misión y visión de la institución regida por la misma, cuando se lesionan intereses de terceros, cuando se generan irregularidades administrativas por omisiones en su contenido, cuando los nuevos procedimientos en esta era digital hacen obsoletos los actuales, cuando la burocracia y el crecimiento frenan la operación institucional, entre otros cuándos.
Además de lo anterior, el contenido de la reforma propuesta debe derivar de un análisis crítico y comparativo contra un referente pasado, actual o futuro. Una reforma, para ser buena, debe concretarse como la deseada entelequia.
¿Y a qué viene todo esto? Pues a que “alguien o algunos” quieren reformar la Ley Orgánica No, 4 que rige, desde 1991, la vida toda de nuestra Alma Mater, Universidad de Sonora. Muy bien, pero entonces, de la “dicha” propuesta de reforma ¿cuál es el análisis, cual el punto de comparación, cual su métrica y la valoración de sus impactos en el tiempo, cual la deseada entelequia? No lo sabemos, ellos también.
Por lo que he leído, todo parase indicar que el referente o punto de comparación es la ley precedente o sea la Ley 103 considerada hasta una panacea por los desmemoriados y por los desconocedores; estos últimos, ostentadores de poder político interesados en meter las manos en la universidad los mas que se pueda,
Durante mi vida universitaria (1973-1977) bajo la Ley 103, la Universidad de Sonora era una universidad árida, poco conocida, medieval en su infraestructura física, pero con un personal docente joven, o medianamente joven, ávido por hacer bien su trabajo. La mayoría solo con su grado de licenciatura; solo algunos/as con maestría en ciencias recién obtenida o la pasantía correspondiente; doctores, prácticamente solo los visitantes extranjeros. El único centro de investigación era el CICTUS (hoy DICTUS) y carecía de programas de posgrado. La condición y comodidades del campus universitario eran penosamente inexistentes.
En mi activismo universitario me tocó impulsar el interés de la base estudiantil en “volver” a participar en los abandonados Consejos Académicos de las Escuelas y en el Consejo Universitario, mencionados por los “reformadores” como un ejemplo de democracia universitaria. A estos consejos habría que llegar por mecanismos de representación estudiantil basados en votaciones amplias y democráticas diseñadas por lo estudiantes mismos. Así fue como primero fui miembro del Consejo Académico de Ciencias Químicas y después consejero Universitario por mí misma escuela. ¿Eran democráticos esos consejos? Desde el punto de vista de su composición, lo eran. Allí estaban los docentes, los directores de escuelas, los trabajadores manuales y administrativos, el rector y por supuesto los estudiantes. ¿Lo eran en su funcionamiento? Por supuesto que no, nunca lo fueron. Funcionaban verticalmente obedeciendo las ordenes del rector apoyado por maestros, e incluso estudiantes, incondicionales. Prácticamente era un clima de terror en su interior y en su exterior.
De la metamorfosis universitaria bajo la 4 mucho hay que decir. Lo haré próximamente, deseando que no se dé el albazo antes. Yo solo les pido a los autores de la propuesta que no se cubran los ojos ante las múltiples evidencias de logros. El rezago de la 103 fue eliminado completamente por la 4. Una última pregunta a los reformadores, ¿tienen otro punto de comparación o es solo un capricho largamente deseado que ahora se les puede conceder por las condiciones políticas y la composición del actual gobierno del Estado?

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