Por Ramón Pacheco Aguilar.-Un segundo año diferente, el 2021, nos condujo sin prisa alguna a un tercero que tal vez, pero solo tal vez, se comporte de igual forma. Creo que necesitamos de manera casi urgente e inmediata encontrar el sendero que nos lleve, o al menos nos acerque, a los anhelados reencuentros pues nuestra resistencia se compromete día a día y ello no está resultando en nada bueno. Sin duda, no estábamos preparados para esta forma de vida demandante de demasiada disciplina.
La temporada navideña “aflojo” nuestro comportamiento haciendo laxas las condiciones de convivencia social en cuanto a nuestra protección anti-Covid. Supusimos que ya íbamos de salida cuando realmente nos encontrábamos en la antesala de la llegada de un tal “omicron” que dio un vuelco a las estadísticas de contagios y a las estrategias de vuelta a la normalidad diseñadas para el 2022. Parece que esta familia de virus no tiene por donde y que, además, no le gustan las despedidas. Esperemos que al menos tenga fecha de caducidad.
Encontrar los equilibrios, si bien es una ley básica de la naturaleza, nunca ha sido sencillo; incluso, la vida se compromete en caso de no lograrlos. La evolución misma es prueba fehaciente de que tarde o temprano se logran y con ello se avanza. Así pues, los nuevos equilibrios son el motor de lo venidero. Es hora de repasar los conceptos básicos de la genética mendeliana y la teoría darwiniana de la supervivencia del más fuerte para que nos ayuden a entender la propensión al contagio viral y su intensidad entre los individuos. Uf, como que ya no se oye tan bien el pensar que esto pudiese estar pasando.
Me pregunto, ¿qué sigue de todo esto? Cierto estoy que la ciencia finalmente va a prevalecer y a triunfar; sin embargo, la rapidez y fuerza con que lo haga dependerá en mucho de la conducta humana, de nuestra responsabilidad y de nuestro amor al prójimo. Los comportamientos, los haceres y los pensares se trastocaron. Nada volverá a ser igual, aunque algunos se empeñen en decir lo contrario. La pandemia se apoderó de nuestros miedos, de nuestro tiempo, de cada uno de nuestros pasos, pero también de nuestras reflexiones. Por ello, cuando todo esto acabe y volvamos, no a vernos sino a sentirnos, deberemos ser mejores, más fuertes, más buenos y más sabios. Solo así habremos aprovechado la larga espera.
Sin duda, tendremos mucho que contar. Las anécdotas serán interminables. Tristezas y ausencias no serán más una excepción. ¿Milagros?; tal vez, que nos enseñaran a valorar el significado de la vida y la buena compañía que solía pasar desapercibida. El significado de fraternidad se hará más evidente como el de muchos otros sentimientos y palabras.
El nuevo año no será igual que los pretéritos 2020 y 2021, pero similar. Aún no es hora de ondear la bandera de la victoria. Se han ganado batallas, pero la guerra continua. Pareciera que soy pesimista, pero el pesimismo no está incluido en mis ánimos pues es presagio de derrota y nadie quiere ser derrotado, y menos por un acoplamiento molecular complejo pero carente de vida como lo es el virus en cuestión. Sigamos pues en esta cruzada de la cual emerja lo mejor de nosotros.
Finalizo mi primera contribución del año deseándoles un año de salud plena, felicidad, armonía, fraternidad y éxitos. Un abrazo.