Por Ramón Pacheco Aguilar.- Confieso que mi intención era comentar, en mi contribución de esta semana, sobre el tema de los “virus”, notorios e impopulares, ahora que estamos inmersos desde así casi dos años en la era del Covid. Las preguntas respecto a “esa perfecta y complicada interacción molecular” seguramente abundarán en cada uno de nosotros: ¿Qué son los virus? ¿Cómo están estructurados? ¿Qué moléculas los componen? ¿Cómo se reproducen? ¿Son organismos vivos?
Sin embargo, la bioquímica tendrá que esperar al menos dos semanas, porque hay otro tema, alejado de la ciencia, que no quiero perderme la oportunidad de opinar y que es igualmente intrigante. Para muchos tal vez más, mucho más. Adivinen.
Comenzaré mencionado con orgullo ciudadano que yo no voté por ella (2015), ni por él (2021) ni mucho menos por aquel (2018). Siempre supe que no me había equivocado. Mi desconfianza y escepticismo hacia este tipo de políticos se acrecienta y justifica con el tipo de los vergonzosos eventos que hemos estado viviendo en estos últimos días. Priista ella; los otros dos, partidarios de la indefinición con proyectos carentes de brújula que no diferencian objetivos de metas. “Desprestigiadores” de la esencia conceptual de “partido político” como el ente representante de los intereses de un dado sector de la población, por lo que es preciso que haya tantos partidos políticos como sea necesario.
En el 2021 concluyó un sexenio anodino, que generó, en sus inicios, fuertes expectativas por sus tempranos cuestionamientos al sexenio previo. Sólo fue pulcra retórica y abultamiento del anecdotario, como ocurre siempre al principio, para concluir en un comportamiento errático y desilusionante que encontró en el pacto con el centro su “tabla de salvación”. Algunos podrán llamarle a ello traición; otros, negocio; otros más, plan de retiro en la Riviera.
Ese acuerdo entre dos se convirtió en fastidio para un tercero en discordia que presumía tener las cartas en la mano aunque sabía de la lentitud de su juego, porque así lo quiso. Finalmente, “Zócalo mata a Plaza Zaragoza” y tenemos como resultado un escenario político sonorense enrarecido y surrealista que sería envidiado por los mismos Picasso y Dalí. Podría asegurar, sin temor a equivocarme, que, de las declaraciones del doctorado en palacio respecto a las fechorías de aquellos, ninguna de ellas procederá a menos que se elija un chivo expiatorio que pague el pato.
El presidente es astuto; por ello, habremos de encontrar el motivo, aparentemente suicida, de este premio reivindicador con aroma a mediterráneo: ¿Dividir a la oposición y desbaratar las posibles coaliciones con vista al 24? ¿Mensaje subliminal a los aún gobernadores no morenistas próximos a concluir su mandato? ¿Cooptación en masa de priistas? Sus movimientos siempre son quirúrgicos, no hay la menor duda; pero, ¿causarán alguna hemorragia mayor al interior del cuerpo maltrecho de su “morena”?
Hasta hoy, los priistas sonorenses se han hecho “pato” sin declaración alguna contra el flagrante agravió infligido por la protocónsul. Las amenazas de expulsión, expresadas por su jerarca mayor no le harán mella alguna pues sabe bien que juega con el ganador.
Así las cosas, ¿habrá más? Seguramente. Por lo pronto tendremos que seguir soportando ambos embates que amenazan nuestra cotidianidad y tranquilidad ciudadana. Cuidémonos.