El cambio de régimen ha sido quizá la oferta programática más genérica que AMLO ofreció a la población desde antes de que asumiera el poder. Claudia Sheinbaum así lo asumió, lo sigue repitiendo y constituye la guía de su naciente administración. Ambos están convencidos de que con impulsarlo hacen un bien al país.

¿En qué consiste exactamente ese cambio de régimen? Es esencia, la 4T lo explica como pasar del gobierno de la mafia del poder (oligarquía y políticos a su servicio) a un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo usando la vieja definición de democracia de los griegos. En su lógica, con la llegada de AMLO al poder lograron controlar al gobierno y ahora con Sheinbaum se disponen a cambiar todo el andamiaje institucional que según su discurso estaba al servicio de esa mafia del poder. 

En esa lógica se enmarcan todas las reformas constitucionales del llamado Plan C que propuso López Obrador en febrero de 2024 y que se están llevando a cabo paso por paso aprovechando una mayoría calificada en el congreso que el INE les dio y el TEPJF avaló, aunque no la hayan obtenido en las urnas (tuvieron el 53 por ciento de los votos y les otorgaron 73 por ciento de la representación).

Para efectos prácticos, ese cambio de régimen ha implicado el desmantelamiento del Poder Judicial y su subordinación a los dictados del Ejecutivo eliminando con ello la división de poderes. Así mismo, están a punto ya de eliminar los órganos autónomos que se crearon para garantizar derechos ciudadanos (como el derecho a la información y a la protección de datos personales) y servir de contrapeso a las posibles decisiones autoritarias del Ejecutivo. Todo ello sumado a la militarización de la seguridad pública y el otorgamiento a las fuerzas armadas de múltiples funciones civiles del gobierno, conforman el cambio de régimen al que Morena se refiere.

Se trata de un régimen muy parecido al que teníamos cuando el viejo PRI gobernó al país previo al proceso de democratización que el país ha vivido desde hace casi cinco décadas y que se consolidó con las reformas electoral y del Poder Judicial de mediados de los noventa. Hemos vuelto al presidencialismo autoritario de los años setenta cuando AMLO era militante destacado del PRI, donde nada se movía si el presidente de la república no lo aprobaba, con la notable diferencia que el ejército no tenía el papel preponderante que hoy tiene. Aquella presidencia a la que Vargas Llosa llamó con mucha precisión “la dictadura perfecta”.

En ese cambio de régimen efectivamente han derrotado y expulsado del gobierno al nuevo PRI y al PAN, solo que la oligarquía ahora está con ellos y sigue “vivita y coleando” perfectamente integrada a la nueva mafia del poder que ahora componen la casta burocrática de Morena, a la que por cierto se han ido insertando cada vez más cuadros del aquel viejo PRI y del PAN. ¿Nombres? Le suenan Adán Augusto López, Ricardo Monreal y familia, Manuel Bartlett, Miguel Ángel Yunes y su hijo, José Carlos Ramírez Marín, Erubiel Ávila, Javier Corral y varios gobernadores, por mencionar solo algunos.  

Al cambio de régimen al que se refiere Morena puede oponerse otra manera de ver las cosas. El cambio de una democracia imperfecta como la que teníamos, a un régimen autocrático donde las decisiones del Ejecutivo se impongan en los tres poderes.

Esa democracia imperfecta y perfectible dio pasos importantes para tener una institucionalidad que favoreciera la pluralidad y la equidad en las contiendas electorales, Se logró que las elecciones fueran creíbles, que los votos se contaran, que el gobierno sacara las manos de la organización de las elecciones, que se creara un organismo independiente y autónomo dirigido por consejeros ciudadanos capaces y confiables, que hubiera menos inequidad en las contiendas electorales, que todos los partidos tuvieran acceso a recursos públicos y a los medios de comunicación, sin olvidar la credencial con fotografía que impidió que votaran los muertos. 

Así se avanzó en la construcción de una verdadera democracia en la que ganaran los partidos que tuvieran más votos, pero que también se respetaran los derechos de las minorías. Así fue como ganó el PAN primero y Morena después. Un sistema electoral que estaba todavía lejos de ser perfecto, pero que era mucho mejor a la de los tiempos de la “dictadura perfecta” a la que estamos regresando con las reformas a la constitución.

Por otro lado, se ha dicho el Poder Judicial actual es corrupto y que la manera de “purificarlo” es haciendo que jueces, magistrados y ministros sean electos por el pueblo. Si esa fuera la fórmula no hubiéramos tenido presidentes de la república, gobernadores y presidentes municipales corruptos, lo mismo que legisladores. Los jueces, ministros y magistrados no deben estar ahí por ser los más populares, sino por ser los mejor preparados en derecho constitucional y que hayan demostrado ser imparciales y justos en sus decisiones. 

Con la reforma judicial se ha destruido no solo a todo un poder de la república, sino a la carrera judicial que permitió formar cuadros de juzgadores verdaderamente capacitados. Muy pronto sufriremos las consecuencias de una decisión irresponsable como fue la de elegir a los juzgadores. Tendremos un Poder Judicial integrado en su mayoría por personas incapaces, pero -eso sí- perfectamente alineadas al partido en el Poder. 

Efectivamente, estamos experimentando un verdadero cambio de régimen, estamos transitando de una democracia imperfecta a la “la dictadura perfecta”.  

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