Ciencia y sociedad

Ciencia y revolución

"La historia de la humanidad no ha prescindido de revoluciones. Hoy en día vivimos, sin duda, la mas intensa, la mas profunda..."

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Desde mis lejanos tiempos preparatorianos hablar de revolución siempre me ha sido importante y necesario. Tal vez la evocación actual a la que aplico el término sea diferente. De cualquier forma, una revolución es un cambio abrupto, disruptivo, del presente para un mejor futuro. Por naturaleza, es innovadora. 

La historia de la humanidad no ha prescindido de revoluciones. Hoy en día vivimos, sin duda, la mas intensa, la mas profunda, la mas impactante, la mas incluyente y la mas democrática de todas las revoluciones históricas: la revolución del conocimiento. Su doctrina, es la ciencia; su herramienta, la investigación científica; su objetivo, la innovación; su meta, sin duda debe ser, el bienestar social. La ciencia debe tomar las calles; es hora de ciudadanizarla, de socializarla. 

Las revoluciones se alimentan de necesidades. La del conocimiento no es la excepción. Para que ésta no sea una revolución interrumpida y nos quedemos a la saga de los grandes avances y logros mundiales, necesitamos nutrir su doctrina, la ciencia, con una mejor herramienta, la investigación científica. Lo primero, con una política de estado más agresiva; lo segundo, con mejores e inmediatos financiamientos. De esta revolución del conocimiento, de este gran aporte de la ciencia y la investigación científica al desarrollo, derivan lo que hoy en día conocemos como economías y sociedades basadas en el conocimiento. Antaño las ideologías eran el soporte y sustento de la economía y su sociedad; hoy, es el conocimiento. El mismo mundo, pero visto ahora horizontalmente, transdisciplinario y globalizado.

El que tan lejos o que tan cerca estemos en nuestro País de lograr convertirnos en una verdadera economía y sociedad basadas en el conocimiento, depende de que tan revolucionarios queramos ser. Y francamente, en este departamento, no andamos del todo bien. El lenguaje y mensaje revolucionario de la ciencia aún no termina por cautivarnos, no obstante, el cúmulo de herramientas con las que contamos; así, simple y sencillamente, nunca lo vamos a lograr. Sabido es quién tiene la primera y última palabra; entonces ¿por qué tanta espera? ¿Estamos dispuestos a que el destino nos alcance? ¿Cómo justificaremos este proceder ante el seguro cuestionamiento de las futuras generaciones?

Puntualizo que como País de ninguna manera estamos en cero. Hemos avanzado. A lo que me refiero, es que con el 0.4% del PIB nacional dedicado a la ciencia y a la investigación científica es insuficiente para lograr una calificación aprobatoria en la escuela mundial del saber. 

Los que conformamos la comunidad certifica nacional debemos seguir siendo reiterativos respecto a la necesidad de mayor soporte a la ciencia, manteniendo siempre nuestro compromiso ético y social de seguir trabajando eficiente y responsablemente con lo que contamos, en beneficio de toda la sociedad mexicana. Si el conocimiento es revolucionario y una revolución del conocimiento es lo que necesitamos, pues apoyemos entonces más activa y decididamente su fuente primigenia: la ciencia. Apoyemos, mas y mejor, a la gran ciencia mexicana. Por favor, no sigamos viendo el tren pasar; mejor subámonos en él y definamos en que estación nos queremos bajar. Revolucionemos científicamente al País.


(rpacheco@ciad.mx /                         @rpacheco54)

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Ramón Pacheco

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