Ciencia y sociedad

Comparaciones urbanas

"Comparar comportamientos humanos es complejo, arriesgado y conlleva mucha responsabilidad..."

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A mucha gente no le gustan las comparaciones. No me encuentro entre ellas; sin embargo, hay que apuntar que las comparaciones deben hacerse entre iguales. Al menos eso es lo que yo hago. Siendo así, las comparaciones son buenas pues de ellas aprendemos de nuestros aciertos y de nuestros errores.

Comparar comportamientos humanos es complejo, arriesgado y conlleva mucha responsabilidad; más vale mantenerse alejado de esa práctica.

Comparar cosas, eventos, situaciones, obras, sistemas es mas llevadero y depende en mucho del conocimiento e información que tengamos de las mismas, De estas comparaciones pudiera decir que nadie escapa. A ellas me refiero específicamente. 

Hace unos días visité la Casa Familiar en Mexicali, mi ciudad natal. Una semana de amorosa convivencia con mi “Lady Laura”, mis hermanas y hermanos, siempre en torno al recuerdo de mi señor padre quién partió al Cielo hace ya 19 años.

Por supuesto que tuve tiempo de pasarle lista al estado de mi ciudad. Cada vez que la visito la encuentro mejor, más grande, más organizada, más limpia, mas funcional; ciertamente, una ciudad del Siglo XXI. Nada de eso vi en mi ciudad cuando terminando la prepa en 1971 salí hacia nuevos escenarios. 

En aquellos años, Mexicali no presentaba ningún atractivo más allá de lo que brinda un pueblo agrícola. Además, su oferta académica universitaria era tan reducida que teníamos que salir a buscar fuera nuestro gusto por las ciencias, las humanidades o el arte.

Fue a partir del gobierno de Milton Castellanos que Mexicali inicia su transformación que la ha llevado a convertirse en lo que es hoy, una gran ciudad, una gran capital.

Desde fines de 1973, mi ciudad adoptiva es Hermosillo. En otras contribuciones he señalado que desde que puse mi pie en ella me gusto, me enamoré de ella y aquí estoy con la vida feliz que he tenido desde entonces. Las nostalgias felices continúan, pero aquí estoy firme y dedicado a mi ciudad, esta capital sonorense que se resiste a dar el gran salto no obstante su edad centenaria.

Recuerdo que hace años se nos vendía, por los gobiernos en turno, irresponsablemente y como una realidad, que Hermosillo era la Capital del Noroeste. Falso, nunca lo fue y tal vez nunca lo será. Si comparamos en su infraestructura urbana global, las ciudades capitales de los estados vecinos, Chihuahua, Mexicali y Culiacán, fácilmente nos daremos cuenta de que ocupamos el primer lugar, pero de la retaguardia. Un verdadero deshonor; sin vergüenza, pero con coraje. 

Tenemos atrasos de principiantes en nuestra red vial y vialidad que ocasiona grandes embotellamientos generadores de perdidas de tiempo y económicas, deficiencias en el transporte público, escasez de limpieza en calles y avenidas, abandono de parque públicos en las colonias populares, etc. 

Avanzamos, pero  muy lentamente. No hemos aprendido a identificarnos con nuestra ciudad y de ahí nuestro desamor hacia ella. 

He insistido en que a Hermosillo la tenemos que vestir de gala, todos los días, todas las noches, para que el/la hermosillense voltee a verla cuando transita por ella. Por ejemplo, nuestros monumentos oscuros y sucios ocultan su historia. 

¿Qué debemos hacer para generar la identidad deseable con nuestra ciudad y dejar los berrinches y enojos atrás? ¿Por qué no empezamos con una bandera mexicana monumental en el Cerro de la Campana, como en las otras capitales? Estoy seguro ayudaría a generar la identidad deseada.


(rpacheco@ciad.mx /                         @rpacheco54)

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Ramón Pacheco

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