El pasado siete de octubre se cumplió un año de la incursión de las milicias de Hamás en Israel que asesinaron a más de mil cien civiles y secuestraron a otras 250 personas en una acción claramente terrorista. 

El saldo parcial a un año de ese acontecimiento es devastador: 42 mil gazatíes asesinados por los bombardeos del ejército de Israel, la gran mayoría civiles; setenta por ciento de las viviendas de Gaza destruidas; más de dos millones de desplazados y una guerra regional en curso que se libra ya en los territorios libanés, sirio e israelí, con el involucramiento directo de Irán en el conflicto.

No parece ser este el objetivo que se proponía la dirigencia de Hamás, en especial su máximo líder, Yahya Sinwar que sigue vivo, pero son las consecuencias de un cálculo político erróneo conociendo la naturaleza de un personaje como Benjamín Netanyahu al frente de un país altamente militarizado como lo es Israel. Hay analistas que afirman que Sinwar de proponía provocar una guerra catastrófica que remodelara el Medio Oriente en favor de la causa palestina. Todo parece indicar que logró lo contario.

El periódico The Economist, dedicó la parte central de su edición de la semana pasada al tema y analizó los saldos del año transcurrido desde los diversos ángulos del problema. Me apoyo en la información ahí publicada para este comentario.

Una zona del mundo que ha sido tradicionalmente explosiva, que acumula odios, venganzas y rencores históricos, y en la que ha sido muy difícil lograr equilibrios duraderos, fue terriblemente afectada por una acción inicial de un grupo terrorista seguida de una respuesta brutal y fuera de toda proporción de un personaje igualmente terrorista, pero que dirige un estado. Benjamín Netanyahu desató en la franja de Gaza una verdadera cacería de militantes de Hamás sin importarle la población civil ni las leyes internacionales.

Las consecuencias de esta sinrazón de ambas partes han sido devastadoras para mucha gente inocente, desde los jóvenes que se divertían en un concierto y demás familias que fueron masacradas por Hamás, hasta las decenas de miles de residentes en la Franja de Gaza que fueron asesinados y que nada tenían que ver con Hamás. 

Además de los más de dos millones de gazatíes desplazados que no tienen donde vivir ni comida segura que ofrecer a sus hijos. Una verdadera crisis humanitaria de la que nadie sabe cómo se va a salir. 

El saldo más evidente de este año catastrófico para Medio Oriente, además de los datos mencionados arriba, es que estamos al borde de una guerra regional generalizada que pudiera arrastrar a una crisis energética si las instalaciones petroleras de Irán son atacadas por Israel en los próximos días como ha amenazado Netanyahu. Lo cual podría reavivar la inflación y hasta provocar una crisis económica que lleve al mundo a una recesión.

De acuerdo con el análisis de The Economist, hay sin embargo enseñanzas y lecciones que ha dejado este año y que debemos considerar para el futuro. Unas tienen que ver con el aspecto militar y otras más con el ámbito político y hasta diplomático. 

En el aspecto militar, -dice The Economist- el ejército israelí con el apoyo de los Estados Unidos ha demostrado ser mucho más poderoso que todos sus vecinos y que el propio Irán, lo mismo que sus servicios de inteligencia. 

El ala militar de Hamás prácticamente ha desaparecido, varios de sus líderes máximos has sido asesinados y su capacidad de operación militar es casi inexistente; Hezbolá ha sido debilitado, se eliminó a buena parte de su dirigencia incluyendo a su líber máximo Nassan Nashrallah a través de la explosión de los walkie-talkies que usaban para comunicarse, y los bombardeos recientes destruyeron la mitad del arsenal de misiles (unos 60 mil de 120 mil) que poseía Hezbolá hace unos días. 

 Por su parte, Irán ha demostrado ser más vulnerable de lo que parecía. Los casi 500 misiles con los que ha atacado directamente a Israel en las dos ocasiones que lo ha hecho, han sido interceptados casi en su totalidad por el llamado escudo de acero de ese país y por los aviones caza norteamericanos que han apoyado la defensa israelí, y que prácticamente no han causado daños. 

También se dice que las instalaciones petroleras de Irán, que constituyen la base de su economía, son vulnerables a posibles ataques con misiles balísticos de Israel, lo mismo que sus instalaciones nucleares. 

Sin embargo, en términos políticos el balance es muy desfavorable para Israel. El país bajo el liderazgo de Netanyahu se ha convertido en un paria internacional, ha perdido el apoyo de Europa y la mayor parte de los países del resto del mundo. Solo Estados Unidos lo sigue apoyando por el enorme peso que tiene el lobby de los multimillonarios judíos en Washington. Es tal su aislamiento que el propio Antonio Guterrez, secretario general de la ONU ha sido declarada persona non grata por Israel. 

Por otro lado, los bombardeos sobre Gaza, los miles de muertos y el sufrimiento que han causado a la población palestina, han hecho que resurja el odio contra Israel y los Estados Unidos entre los jóvenes palestinos, lo que constituye el caldo de cultivo para nuevas generaciones de potenciales terroristas. Adicionalmente, la revista británica anota que la propuesta de dos estados ha perdido consenso en la población palestina y hasta entre los israelíes que la apoyaban, mientras que la polarización ha ganado nuevos espacios.

En conclusión, el balance de este año es devastador y profundamente desalentador para la causa de la paz.

 mvalenzu55@yahoo.com.mx