Ciencia y sociedad
El Saludo. Una reflexión
"Un buen saludo lo dice todo."

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Es el acto más elemental, básico de convivencia humana. Es del dominio público que un saludo no se le niega a nadie, pero… Actualmente, en esta era de las prisas, de las ansiedades, de las muchedumbres despersonalizadas y de los celulares que roban nuestra atención a lo que nos rodea, el saludo se encuentra un poco deteriorado, muy depreciado y menospreciado; para muchos, tal vez innecesario. Es hora de preguntarnos, ¿qué nos pasa?
Creo que Hermosillo sigue siendo una ciudad amigable, aunque siento que ese adjetivo pudiera ir a la baja; al menos es mi apreciación. Ayeres recientes, en mi calidad de ciclista, recorrí prácticamente toda la ciudad e interaccioné con hermosillenses de muchas colonias, populares principalmente; incluso tuve, alguna vez, una invitación a tomar café cuando habitantes de la “Gloriosa Cinco de Mayo” me preguntaron por qué tomaba fotos a los abarrotes de la cuadra. Conocí también historias de los pueblos sonorenses durante mi tránsito por el pasaje del Mercado Municipal. Todo aquello empezó con un “amigable saludo”, con un “buenos días, ¿cómo están?”. Extraño mi vida de ciclista urbano. Mucha historia citadina se quedó en la memoria de mi celular. Ahora, como un peatón más, mi contacto con mi ciudad se ha reducido significativamente.
Hoy, temprano por la mañana, transcurro por las calles y avenidas cercanas a casa y, por costumbre, saludo a todos/as con los que me atravieso. De forma amigable y sonriente recibo algunas respuestas; a otras no les interesa compartir saludo alguno, pero mi ánimo no decae. Jóvenes haciendo ejercicio, otros paseando a sus perros, muchos otros caminando presurosos rumbo al trabajo, en sus bicis o en las paradas del camión. Ahí están, muchos con su saludo ciudadano, solidario, humano, indicando que iniciaron un nuevo día siendo amigables e interesados de alguna manera en el ánimo del otro. Un buen saludo lo dice todo.
Pero lo agradable de este saludo matinal se complementa negativamente con la rudeza del automovilista que, creyendo estar en un “circuito de la Fórmula Uno”, me echa su vehículo encima cuando intento cruzar una intersección vial por la bien señalada cebra. Lo mismo pasa con los residentes de los fraccionamientos de alrededor que, apresurados por no llegar tarde al trabajo, supongo, no reparan en su falta de cortesía con un potencial atropellamiento, ejemplo de su antisaludo.
Es de dar un poco de preocupación y, tal vez, pero solo tal vez, de tristeza, que sean los jóvenes los menos adictos al saludo. Pasan como si uno no existiera. Parece que mi adultez avanzada me da el beneficio de la invisibilidad. Claro que no son todos/as, porque muchos me obsequian como saludo una amigable sonrisa, siendo ello mucho más que suficiente.
El saludo, si bien no es una obligación, es una muestra de civismo, de cultura y hasta de respeto al prójimo. Debemos recuperar esta vieja costumbre del saludo, no solo al llegar, sino también al partir. Es una manifestación de un espíritu personal armonioso; solo así, el espíritu citadino/social también armonioso será.
Hagamos campaña y participemos todos/as en hacer de Hermosillo una gran ciudad, brindando siempre un buen saludo como el inicio de esta meta. ¡Qué agradable sería que nuestros visitantes dijeran: “¡Qué saludadores son en Hermosillo; el calorón termonuclear de su ciudad los hace más amigables!”. Que así sea; qué nos cuesta.

Sigue a Ramón Pacheco Aguilar