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La apuesta de Trump por el proteccionismo

"No se trata solo de una nueva política comercial sino de una estrategia que intenta paralelamente reindustrializar a su país ..."

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Donald Trump ha hecho la apuesta más grande en materia de estrategia económica que haya realizado cualquier presidente estadounidense desde el New Deal de Franklin Delano Roosevelt hace casi un siglo. 

No se trata solo de una nueva política comercial sino de una estrategia que intenta paralelamente reindustrializar a su país y corregir los déficit comercial y fiscal de su país. Ambos son propósitos muy difíciles de cumplir si se pierde la batalla de la competitividad.

Durante la semana fue noticia el acuerdo comercial que Trump logró con la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, para aplicarse en los países de la Unión Europea (UE). 

El acuerdo estableció un arancel generalizado de 15 por ciento a las mercancías que Europa exporta a Estados Unidos (EU), con la excepción de ciertos productos estratégicos que ese país necesita de Europa (aviones, equipos para la fabricación de chips, productos químicos y ciertas materias primas) que tendrán una tasa cero para ingresar al país norteamericano. 

A cambio, Trump impuso a Von der Leyen que la UE no cobre ningún arancel a las exportaciones de EU. Adicionalmente, el acuerdo incluye la promesa de la UE de comprar a EU más combustible y chips de inteligencia artificial e invertir más de 600 mil millones de euros en los Estados Unidos. 

Por obvias razones, el acuerdo no fue bien recibido en algunos países miembros de la Unión donde algunos analistas lo han calificado como una “aceptación del vasallaje” impuesto por el presidente Trump. 

Algunos dirigentes como François Bayrou, primer ministro francés, lo calificó como un “acuerdo de sumisión”, en tanto que la ministra de economía de Alemania, Katherine Reiche, se refirió al mismo como “desafiante”.

El acuerdo con la UE sigue a otros logrados recientemente con Reino Unido, Japón, Vietnam, Filipinas, Indonesia, India y Corea del Sur. Momentos antes de mandar esta nota se anunció una extensión de 90 días del estatus actual con México para negociar nuevos términos comerciales en el marco de un acuerdo más amplio de cooperación. 

Ello implica seguir pagando el 25 por ciento de arancel a los productos no incluidos en el tratado como represalia a no cumplir con el combate al fentanilo; el 25 por ciento a exportaciones automotrices con el descuento del porcentaje del contenido estadounidense; más el 50 por ciento que ya se paga sobre las exportaciones de acero, aluminio y cobre. 

Trump anunció además que México se comprometió a eliminar todas las restricciones no arancelarias a las importaciones provenientes de Estados Unidos. Sheinbaum no mencionó ese punto.

Un análisis más detallado de las implicaciones para México de la extensión acordada merece una columna aparte, pero por lo pronto no parece muy favorable para el país seguir pagando el 25 por ciento a las exportaciones automotrices cuando ya se acordó un arancel de 15 por ciento a Japón, Unión Europea y Reino Unido que son competidores de México. Tampoco es favorable la extensión de la incertidumbre por otros 90 días. 

Por lo que hemos observado hasta hoy, las condiciones que EU ha impuesto a los países con los que ha firmado acuerdos, el arancel base que ha establecido es del 15 por ciento como mínimo, mientras que a otros impuso el 19 por ciento. Casos como Brasil (50 por ciento) y la India (25 por ciento) representan el otro extremo. 

Es claro que en materia de comercio internacional el presidente Trump intenta reequilibrar el comercio de su país no a través de la competitividad sino de barreras proteccionistas. 

Se trata del abandono del libre comercio que EU defendió por décadas y el regreso a la política de sustitución de importaciones aduciendo razones de soberanía y seguridad nacional. El propósito declarado es reindustrializar al país y combatir al mismo tiempo los déficits comercial y fiscal.

Según sus cálculos, esta política re nivelará el comercio de su país sin sufrir las consecuencias de que sus productos sean afectados por aranceles recíprocos, lo que mejorará su posición en el comercio internacional. Suponen también que los productos importados por ellos seguirán fluyendo y con el pago de los aranceles disminuirán el déficit fiscal que ya es enorme. 

Sin embargo, parecen olvidar que cualquier arancel impuesto a la entrada de productos extranjeros es equivalente a un impuesto al consumo doméstico y más temprano que tarde tendrá un impacto en los precios de los productos que los consumidores estadounidenses comparan todos los días en el supermercado. 

Por otro lado, los efectos sobre la supuesta reindustrialización del país son cuestionables y, de haberlos, serán muy limitados. Lo más probable es que los países afectados por los aranceles procedan a tratar de diversificar sus mercados hacia otros países y regiones que no incrementen las barreras de entrada. Para los Estados Unidos un efecto previsible de esta política comercial será una pérdida de competitividad de sus productos en los mercados internacionales. 

La opción de cerrarse ante la competencia externa nunca ha sido exitosa en el largo plazo para los países que lo han intentado. Tuvo ciertamente un efecto positivo en el corto plazo en la industrialización de los países en desarrollo, pero afectó su competitividad en el largo plazo. 

La propia China tuvo una experiencia negativa cuando el emperador Ming aisló a su país del mundo en el siglo XV con consecuencias negativas para su pueblo en los siguientes 500 años. La política de Trump pudiera tener un resultado similar en un plazo mucho más corto.


 mvalenzu55@yahoo.com.mx

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Manuel Valenzuela

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