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La biblioteca

La cola del cometa

Por Manuel Valenzuela Valenzuela
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Es tiempo de vacaciones y por tanto de hacer cosas diferentes a la rutina. Una actividad creativa y reconfortante en la que puede emplear uno el tiempo libre es la lectura. 

En las últimas semanas mi amigo Jorge Ibarra me regaló el libro “La cola del cometa” del periodista y escritor Ramón Cota Meza y me presentó con él. Ramón se dio la tarea de invitar a diversos participantes en el movimiento estudiantil de 1970-1973 en Hermosillo para recuperar sus recuerdos sobre su participación en ese movimiento y lo que esa experiencia representó en sus vidas.

El autor mismo hace su propio recuento en lo que resulta el ensayo principal y columna vertebral del texto. El resultado es un excelente inventario de recuerdos, todos ellos muy interesantes, que sirven para el análisis además de llamar a la nostalgia.

La lectura del texto me transportó a mis años de bachillerato en la prepa de la Universidad de Sonora donde, desde “la base”, tuve cierta participación asistiendo a mítines y donde conocí a varios de los personajes que participan o se citan en esta obra. Recuerdo a Carlos Villegas Ivich, a Germán Loustaunanu Velarde, Luis Rey Moreno y a Eduardo Kornegay -que fue mi compañero de grupo académico-entre los autores. A Jorge Ibarra no lo conocí entonces, pero si lo hice después. A Ramón Cota, tampoco lo conocí entonces, fue hasta hace pocas semanas que tuve el gusto de conocerlo y la oportunidad de charlar sobre este y otros tópicos interesantes.

El libro es muy ameno, con una redacción sencilla. Contiene la reflexión de cada uno de los participantes sobre lo que recuerdan de esa época y, algunos de ellos, nos comparten algo de lo que ha sido de sus vidas. Como el autor y coordinador del libro nos explica al principio, no se propuso hacer un ensayo analítico de lo que fue el movimiento, tampoco un recuento exhaustivo de hechos, sino simplemente recoger testimonios personales de algunos actores del movimiento activista de aquel entonces. 

Los testimonios recogidos permiten echar un vistazo al movimiento a la distancia de medio siglo y distinguir algunas de sus características.

En principio se trató de un movimiento que demandaba una reforma universitaria que era una lucha que enarbolaban también otras universidades del país, y que partía de la idea de que democratizando la universidad (cogobierno de estudiantes, profesores y autoridades) se iba a tener una mejor educación. Había también la idea de que la universidad debía tener un papel activo en la transformación de la sociedad, y eso se entendió de diferentes maneras. Desde la demanda de una universidad científica, crítica y popular que defendían algunos grupos, hasta la tesis de la “universidad fábrica” del grupo radical de “los enfermos”, por lo que planteaban convertirla instrumento para impulsar el cambio revolucionario.

Sin embargo, el movimiento estudiantil de 1970-1973 fue la síntesis de otros procesos sociales que estaban actuando a la vez. La rebelión de una generación contra las normas establecidas entonces, plagadas de restricciones para los jóvenes, contra la manera de vestir, de usar el pelo corto y de múltiples formas de comportamiento socialmente aceptado, lo que se les llamó manifestaciones de una especie de contracultura.

Contra ello vino la minifalda, el pelo largo, el uso de la barba larga, el consumo de drogas por algunos, el pantalón acampanado, etcétera. Pero también el rechazo a la guerra, en particular a la guerra de Vietnam y a los golpes militares que se dieron en América Latina, la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. Todas estas manifestaciones de rebeldía de la juventud mundial tuvieron sus expresiones en el movimiento estudiantil de Sonora. El consumo de drogas no fue una práctica generalizada en los estudiantes, más bien fue de un sector de ellos a los que se les conoció como “Los Azules”, algunos de los cuales hablan de su experiencia en este texto. 

Advierto en los testimonios es que para la mayoría de ellos su participación en el movimiento estudiantil, a pesar de que fue breve, dejó una profunda huella y marcó su vida en algún sentido.

Algunos de ellos, como el maestro Carlos Ferra y otros, siguieron su práctica política militando en organizaciones de izquierda, mientras otros, se involucraron en otras experiencias como la formación del Partido Laboral Mexicano. Otros más siguieron su formación teórica y profesional y llegaron a destacar de manera muy importante en la conducción de la política educativa del Estado de Sonora. Es el caso de Jorge Ibarra que fue rector del Colegio de Sonora y de la UNISON donde su visión constructora fue notable.

En particular el ensayo de Ramón Cota Meza nos ofrece un excelente resumen de la biografía de un inquieto joven estudiante baja californiano que llegó a Sonora y se involucró en el movimiento estudiantil, conoció y convivió con los líderes del movimiento con los que hizo amistades duraderas y con los que inició su proceso formativo.

Después él lo profundizó por su cuenta hasta realizar una carrera como escritor, periodista y analista político. Su libro “La cola del cometa” constituye otro ladrillo importante de la microhistoria de los movimientos sociales en Sonora, en particular del movimiento estudiantil.

 

 mvalenzu55@yahoo.com.mx


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