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La implosión de la democracia

"Ciertamente este no es un fenómeno nuevo. Lo usaron Hitler y Mussolini en Alemania e Italia ...."

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En su libro “Cómo mueren las democracias”, publicado en 2018, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, afirman que hoy, a diferencia de lo que sucedió en Latinoamérica en los años sesenta y setenta, es más común que las democracias mueran a manos de personajes de gobiernos elegidos democráticamente.

Dichos líderes usan las reglas electorales vigentes para llegar al poder y desde ahí se dedican a destruir el engranaje jurídico-institucional que les permitió llegar. 

Ciertamente este no es un fenómeno nuevo. Lo usaron Hitler y Mussolini en Alemania e Italia en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, pero en las últimas décadas se ha convertido en algo más común. Ha pasado en Hungría, Polonia, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Ecuador, está en proceso en Estados Unidos y muchos países más, y sucede hoy en México. 

La llave maestra que abrió la caja de pandora de la desinstitucionalización de la democracia mexicana fue la decisión de otorgar mayoría calificada (dos terceras partes) a Morena y sus aliados en la cámara de diputados y acercarla en la de senadores a pesar de que obtuvieron el 53 por ciento de la votación total y, con ello, darle el poder de modificar la constitución.

A partir de ahí, Morena ha modificado la carta magna a su antojo para operar la destrucción de la independencia del Poder Judicial y la eliminación de los órganos autónomos que funcionaban como contrapeso de los excesos del Ejecutivo. Hoy, de ha dado el banderazo de salida a la reforma electoral que en la práctica destruirá la escalera que les permitió acceder al poder. 

Esta reforma, de llevarse acabo en la forma que fue esbozada por el expresidente López Obrador y luego ha defendido la propia presidenta Sheinbaum, podría constituir el último clavo en el ataúd de la democracia mexicana. 

En un artículo de la revista NEXOS (edición de agosto) el constitucionalista Pedro Salazar Ugarte ha calificado a todo este proceso “Implosión democrática” en el que concluye que México ha dejado de ser una democracia constitucional para convertirse en un Estado absolutista y autocrático. 

El autor parte de la definición de lo que es una democracia constitucional, la cual puntualizó en un libro de su autoría publicado hace 20 años, “La democracia constitucional: una radiografía teórica”. En ella enlista seis elementos que deben estar presentes para que se pueda hablar de una democracia constitucional además de las elecciones; 1). Un conjunto de derechos fundamentales reconocidos y garantizados en una constitución rígida; 2). El principio de separación de poderes; 3). Control constitucional sobre leyes y actos a cargo de un Tribunal Constitucional; 4). Instituciones electorales confiables; 5). Partidos políticos competitivos; y 6). Representación política veraz. 

A partir de ahí, Salazar analiza cómo cada uno de esos principios se han ido violentando y desapareciendo. Desde la rigidez de la constitución al eliminarse la condición de obligar al acuerdo entre los contendientes para modificarla con las dos terceras partes de los votos en las cámaras del congreso, hasta la pretendida eliminación de la representación proporcional de las minorías, pasando por la eliminación del principio de separación de poderes realizado a través de la reforma judicial y la eliminación de los órganos autónomos.

El autor también analiza las llamadas facultades metaconstitucionales (más allá de la constitución) que el presidente de la república tenía en los tiempos del priismo autoritario: ser jefe del partido gobernante; la designación de su sucesor; el control sobre el Poder Legislativo y sobre el nombramiento de los ministros de la Suprema Corte de Justicia. 

Hoy, de manera directa o disfrazada, dichas facultades Morena y sus aliados las han convertido en constitucionales afirma Salazar. 

La reforma judicial marcó el fin del principio de imparcialidad en la impartición de justicia y de la independencia del Poder Judicial. ¿Alguien pudiera firmar hoy que las ministras Lenia Batres, Loreta Ortiz, Jazmín Esquivel y demás personas que venían en los acordeones oficiales son garantía de imparcialidad en la impartición de justicia? Yo tampoco. 

Mención especial merecen tres elementos más. El control de las autoridades electorales (Tribunal Electoral de manera descarada y cada vez más del INE), y dos que no se incluían ni siquiera en el priismo autoritaria de la “dictadura perfecta” de Vargas Llosa: la militarización de la seguridad pública y la ampliación de la prisión preventiva oficiosa en la constitución.

Si a todo ello agregamos el poder que ha alcanzado el crimen organizado y la normalización de la violencia producto en buena medida de la política de “abrazos, no balazos” del sexenio anterior, fundamentan la conclusión a la que llega Pedro Salazar de que la democracia constitucional en México ha dejado de existir para convertirse en un Estado absolutista y autocrático.

Con todos estos elementos que dan cuenta de la implosión democrática que se está produciendo en México, nuestro país muy bien se puede agregar a la lista de países que Steven Levitsky y Daniel Ziblatt mencionaron como ejemplo de cómo después de haber llegado al poder por las reglas de la democracia, ciertos gobiernos destruyen el andamiaje institucional con el propósito de perpetuarse en el mismo. 

Quizá todavía no todo está perdido. La reforma electoral aún no es un hecho y, aunque el grupo gobernante tiene la mayoría calificada en las cámaras del congreso, una fuerte reacción ciudadana en las calles podría impedir la catástrofe.



 mvalenzu55@yahoo.com.mx

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Manuel Valenzuela

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