La biblioteca
La OTAN, Trump y la diplomacia del vasallaje
"“Trump no quiere lealtad, que es una virtud. Quiere vasallaje, que es muy distinto.”"

Publicado el
El presidente Trump apenas lleva cinco meses de su segundo mandato, pero ya lo conocemos muy bien. Ha quedado claro que la única manera que tienen los países de tener una buena relación con Estados Unidos bajo su administración es resignarse a ser sus vasallos o sufrir las consecuencias.
Me gustó la manera en que los reporteros S. Ayuso y M. Vidal de El País definieron en la edición del pasado domingo la política exterior de Trump como la Diplomacia del Vasallaje. De ahí tomo el título de esta columna.
La semana pasada tuvo lugar en La Haya, Países Bajos, la cumbre de la OTAN donde los presidentes y primeros ministros de los países miembros firmaron un acuerdo para incrementar el gasto militar hasta el equivalente a un cinco por ciento del PIB durante los próximos años hasta el 2035.
Esta meta fue planteada por Trump desde su primer mandato cuando reclamó a los países de la OTAN por no cumplir con el compromiso de invertir el dos por ciento del PIB en defensa. En esa fecha solo cuatro o cinco de los 29 países miembros de entonces lo cumplían. Hoy son 32 y todos cumplen con esa meta.
El reclamo de entonces Trump lo tradujo en la amenaza de que EU abandonaría la OTAN si Europa no pagaba por su propia seguridad. Dijo que EU no seguiría pagando por la seguridad del viejo continente. La diplomacia del garrote se vio reforzada por la invasión de Rusia a Ucrania y el riesgo inminente de que el oso ruso fuera luego por los países del Báltico, Moldavia (integrantes de la URSS), lo mismo que por sus otros vecinos, Polonia y Finlandia.
Hoy todos los miembros cumplen con lo pactado anteriormente, pero dado el acrecentamiento de las tensiones y la posibilidad de un nuevo conflicto bélico en el viejo continente, ahora se han propuesto modernizar los ejércitos europeos, el armamento y la infraestructura de guerra.
Para ello, han acordado elevar ese gasto al cinco por ciento mencionado, del cual el 3.5 por ciento será para armamento y el 1.5 por ciento para mejorar la infraestructura (puertos, aeropuertos, carreteras y vías férreas para movilizar equipo pesado) así como en ciberseguridad y defensa de ciudades contra bombardeos y misiles. Es decir, se preparan para un conflicto bélico continental que nadie sabe cuándo empezará, pero del que no hay duda de que llegará.
Todo este nuevo escenario ha sido diseñado y operado por Trump a través de la diplomacia del vasallaje: o te subordinas a lo que yo digo o sufrirás las consecuencias.
¿Cómo han reaccionado los países ante las amenazas de Trump? Con mucho miedo y ajustándose a sus deseos. Los últimos acontecimientos han mostrado que el poderío militar de EU es muy superior al del resto de los países y que Trump no duda en usarlo. Por otro lado, se había sobrestimado el poderío militar tanto de Rusia como de Irán, lo mismo que la debilidad de Europa.
La reunión de la OTAN ha mostrado cómo los líderes europeos se han esforzado por caerle bien a Trump y hasta le han rogado que tome el liderazgo de la organización. Mark Rutte, el secretario general de la OTAN escribió un mensaje a Trump cuando éste ya viajaba hacia cumbre, decía “Vuelas hacia otro gran éxito en La Haya (…). Europa va a pagar A LO GRANDE como debería, y será tu victoria”. El mensaje era privado, pero Trump lo dio a conocer a través de su red social Truth Social.
Los reporteros de El País describen otras muestras del vasallaje que otros líderes del mundo muestran a quien se comporta como emperador: el gobierno paquistaní (musulmán) ha propuesto a Trump como candidato al Premio Nobel de la Paz por el acuerdo de cese al fuego entre Israel e Irán; Putin cubre de elogios a Trump y le ofrece oportunidades de negocio en Rusia para tenerlo de su lado en el caso de Ucrania y para que le levante las sanciones por la invasión; el presidente finlandés, Alexander Stubb, viajó a Florida solo para jugar golf con él; Keir Starmer, primer ministro del Reino Unido, gestionó una carta del rey Carlos III en la que invita a Trump por segunda ocasión a visitar Londres, lo cual -según la narración- no tiene precedentes.
Son tan evidentes las muestras de subordinación de los líderes mundiales ante quien se cree emperador del mundo, que el exministro de finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, escribió “Nada impresiona más que la inagotable capacidad de los actuales dirigentes europeos para humillarse con tal de conservar el derecho de ser vasallos de Trump”. “Trump no quiere lealdad, que es una virtud. Quiere vasallaje, que es muy distinto (…)” ha dicho John Bolton, ex consejero de seguridad de Trump en su primer período.
Y el fenómeno no es solo europeo. Las monarquías del Golfo Pérsico han convertido la adulación y los regalos a Trump en un verdadero arte. Qatar le regaló a Trump un avión Boeing de lujo de 400 millones de dólares para que lo convierta en su nuevo Air Force One particular.
Y los ingenuos como yo que pensábamos que la diplomacia del vasallaje había quedado atrás y que las conquistas civilizatorias como la democracia, los gobiernos acotados y el respeto a los derechos humanos habían llegado para quedarse.
Y lo más triste es que el vasallaje no se acaba con Trump, se reproduce en nuestros países con líderes mesiánicos y el regreso de gobiernos autoritarios unipersonales. Y los nuevos vasallos todavía declara que es uno honor estar con ellos.

Sigue a Manuel Valenzuela Valenzuela