Ciencia y sociedad
Las penurias de Hermosillo
"Hermosillo ocupa el primer lugar, pero de la retaguardia, entre las capitales del noroeste: Chihuahua, Mexicali, Culiacán y nosotros."

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Recuerdo que años atrás algún gobernante/gobierno bien intencionado, o tal vez no del todo, nombró a nuestra ciudad capital como “La Capital del Noroeste”; no lo fue entonces como tampoco lo es hoy. Nos mintieron. ¿Por qué mentir?; bueno, políticos al fin y mentir es su distintivo más selecto. No podemos acostumbrarnos a ello.
Hoy, Hermosillo ocupa el primer lugar, pero de la retaguardia, entre las ciudades capitales del noroeste: Chihuahua, Mexicali, Culiacán y nosotros. Cada vez nos será menos posible, que no imposible, abandonar esta perversa distinción. Veremos.
Somos una ciudad con 601 colonias; difícil creerlo, pero así es. En ellas vive una población que cada día se acerca más al millón de habitantes. Es penoso darnos cuenta de que muchas de esas colonias, y no solo las de la periferia, sufren, de remotos tiempos, constantemente de cortes de energía eléctrica y de agua potable. ¿Cómo puede ser esto posible si son los dos requerimientos y necesidades más básicas que el Estado y su buen gobierno debiera proporcionar a su gente? Con los calorones termonucleares que nos abrazan en el verano, pero no solo en el verano, cómo prescindir de “la luz”; pero peor aún, del agua. ¿Pasa esto en la casa de gobierno o en los palacetes de gobernantes y funcionarios de primer nivel? Creo saber la respuesta.
Si en algo debieran invertir los gobiernos del Estado y Municipal es precisamente en estas dos necesidades, derechos inalienables de los ciudadanos, ocultos tal vez en algún empolvado artículo constitucional o reglamento municipal. Allí deben estar. Si no los resuelven no pueden presumir de nada y menos de ser gobiernos responsables y sensibles. Todos los demás problemas urbanos: inseguridad, vialidades no funcionales, ordenamiento urbano inexistente, exceso de tráfico, deficiente transporte público entre muchos otros, suenan secundarios.
Con relación a la temporada de lluvias, recuerdo las primeras lluvias torrenciales que me tocó vivir en Hermosillo cuando transcurría el verano del 1974. Llovía copiosamente, pero media hora después el agua se había ido del todo hacia el vado del río a través de calles que servían de cause natural sin interrupción alguna como verdaderos arroyos. En aquel presente, la ciudad era pequeña. Hablar del segundo bordo o de la colonia Ley 57 era hablar de los límites urbanos. Ahora no sucede lo mismo. El agua de las lluvias se estanca, inunda colonias, desborda los pocos canales que aún existen. Construcciones, calles y avenidas mal trazadas obstruyen el flujo natural de las aguas que causan estragos anímicos y económicos a tanta gente que les “llueve como en feria”.
Hermosillo carece de distintivos que la vistan como una gran ciudad capital ya en el segundo cuarto del siglo XXI. De tiempo atrás he mencionado, más bien insistido, que bien nos hace falta, como símbolo de identidad, nuestra bandera “monumental” en el cerro de La Campana que pudiéramos ver casi de cualquier parte de la ciudad. La que existe actualmente pasa desapercibida por la mayoría de los hermosillenses. También nos hace falta “La Casa de la Ciencia”, para colocar los avances de la ciencia, le tecnología y la innovación al alcance y en el saber tan necesario en la vida cotidiana.
Las penurias y carencias de nuestra ciudad restan en mucho la identidad ciudadana hacia la misma tan necesaria en estos tiempos de indiferencia dilatada. Por ejemplo, las estatuas y bustos de nuestros héroes y personajes de la cultura pasan desapercibidos pues por las noches ni siquiera un pequeño foco de 60 watts los alumbran. Lo mismo pasa con los bellos edificios del centro de la ciudad. Si los iluminaran, el Hermosillo nocturnal sería un deleite vivirlo. Me pregunto si nuestros gobernantes se pasean, pero como ciudadanos, por la “Calles de Hermosillo”. Si no lo hacen, deberían. Entonces entenderían lo que aquí describo.

Sigue a Ramón Pacheco Aguilar