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Los aranceles y la industria automotriz

"La orden ejecutiva firmada por Trump que impone aranceles del 25 por ciento a México y Canadá ....es la mayor amenaza para la economía."

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La industria automotriz (vehículos y autopartes) es la columna vertebral del sector exportador mexicano y el corazón de la relación comercial entre los tres países de América del Norte asociados en el T-MEC. 

La orden ejecutiva firmada por Trump que impone aranceles del 25 por ciento a México y Canadá cuya entrada en vigor ha sido aplazada hasta el dos de abril, es la mayor amenaza para la economía y pone en riesgo la existencia misma del tratado. 

De hecho, de materializarse estos aranceles, como ya se hizo con los de acero y aluminio y con todos los productos que no califican dentro del T-MEC, constituyen una flagrante violación de este. 

El año pasado México y Canadá exportaron a los Estados Unidos 3.6 millones de vehículos de pasajeros, la mitad del total que ese país importó, de los cuales 2.5 millones se produjeron en nuestro país y 1.1 millones en Canadá. 

La intensión de Donald Trump es regresar las plantas manufactureras a su país, para lo cuál sigue amenazando con la aplicación de los aranceles que califican dentro del tratado. Ante esta situación de incertidumbre uno se pregunta ¿es esto viable en el corto plazo? Y en caso de serlo ¿de qué magnitud es el costo de hacerlo y -en consecuencia- el daño por infringir a los consumidores estadounidenses? La revista The Economist dedicó esta semana un importante artículo sobre el tema. De ahí retomo los datos que se mencionan en esta nota.

Para evaluar integralmente el fenómeno, vale la pena entender que el sector de automóviles y autopartes ha constituido una verdadera red trinacional en América del Norte con base en las ventajas competitivas que ofrece cada uno de los países en un marco de comercio libre que ofrece el T-MEC, misma que no es fácil desintegrar de la noche a la mañana. 

El sector de automóviles y autopartes significan el 31 por ciento del total de las exportaciones de México hacia Estados Unidos y equivalen a poco más 150 billones de dólares, según una estimación del banco Barclays. Por otro lado, los carros fabricados en México y Canadá significan el 22 por ciento del volumen de las ventas en Estados Unidos. 

Si analizamos la tendencia de lo que ha sucedido en el sector automotriz en los últimos años veremos que en el área de Norteamérica México de está consolidando como la fábrica de automóviles de la región. 

Los automóviles fabricados en México pasaron de representar el 13 por ciento de las importaciones totales de Estados Unidos en 2005, al 31 por ciento que significan actualmente. 

Por el contrario, Canadá disminuyó su participación del 35 al 16 por ciento entre el año 2000 y 2024. La tendencia hasta antes de la política arancelaria de Trump era que México era el mejor lugar para fabricar automóviles y venderlos en Estados Unidos, y el mecanismo que permitía hacer eso era el T-MEC. 

En ese contento de creciente integración de la industria automotriz de América del Norte que se ha seguido en los últimos diez años, es muy complicado dar marcha atrás como lo propone el presidente Trump y los costos serían muy altos tanto para las empresas como para los consumidores.

Jim Farley, CEO de la Ford Motor Company, describe tal efecto como “devastador” para el sector automotriz de América del Norte. Daniel Roeska, de Bernstein (un bróker automotriz) explica a The Economist que la carga para la industria será de unos 100 millones de dólares al día e incrementaría en unos 2 mil 700 dólares en promedio los costos de cada vehículo vendido en Estados Unidos.

A su vez, un economista de TD Bank, un banco canadiense, dice que regresar a Estados Unidos la producción de siete u ocho millones de automóviles que importa de todo el mundo costaría unos 50 billones de dólares anuales y deprimiría los ingresos de las empresas por muchos años. 

La extensión de un mes concedida por Trump a la imposición de los aranceles a México y Canadá de los productos incluidos en el tratado da un respiro a la industria, pero de ninguna manera resuelve el problema. 

Las empresas seguramente van a acelerar las importaciones este mes para incrementar los inventarios de autos y autopartes, a la vez que utilizar al máximo la capacidad instalada que ya tienen para producir más internamente, pero más temprano que tarde transferirán el incremento de los costos a los consumidores.

No sabemos si la decisión final será asumir los costos en el corto plazo pensando que en el mediano plazo la mayor parte de las empresas manufactureras que quieran vender en el mercado doméstico se establecerán en su territorio. 

Si ese fuera el caso, un siguiente problema sería saber si hay suficientes trabajadores en el mercado doméstico para trabajar en esas plantas. No es seguro que los hijos o nietos de los viejos obreros que una vez trabajaron en el “cinturón del óxido” quieran hacerlo hoy en las nuevas empresas. 

Si ese fuera el caso, no es atrevido pensar que tal vez necesitarían más inmigrantes para cubrir las necesidades, lo que suena contradictorio a lo que pregonan. Estaríamos frente a un choque entre los objetivos de dos políticas que la nueva dirigencia del país está impulsando: la de expulsar a los inmigrantes ilegales y la de regresar la manufactura al país. 

No hay mucho tiempo para decidir. El dos de abril tendrían que anunciar si México y Canadá entran en el paquete de aranceles recíprocos, lo que sería un triunfo para los países signantes del T-MEC si no consideran al impuesto al valor agregado (IVA) como un arancel, o se decantan por poner aranceles diferenciados lo que implicaría renegociar de inmediato el tratado. Veremos lo que deciden Trump y su equipo.


mvalenzu55@yahoo.com.mxmvalenzu55@yahoo.com.mx

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Manuel Valenzuela

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