Ciencia y sociedad
Mis alumnos (as)
"Los grupos preparatorianos del colegio eran numerosos y tremendos; tal vez, muy tremendos...."

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Mi carrera y desempeño profesional siempre ha estado ligado a un aula de clase; creo que nací para ello. Todo comenzó en aquel 1977 cuando terminé mi carrera de Químico Biólogo en la otrora Escuela de Ciencias Químicas de la Universidad de Sonora (Unison); con orgullo pleno, mi Alma Mater. Con tan solo 23 años, me inicié como profesor en el Colegio de Bachilleres (Cobach) en Cd. Obregón.
Los grupos preparatorianos del colegio eran numerosos y tremendos; tal vez, muy tremendos. Sin experiencia aún, tuve que tomar cartas en el asunto para controlar el ambiente y captar su atención. Eso llevó a que pronto tuviera el sobrenombre de “Alma Negra II”. Creo que tenían razón. Allí transcurrieron los años del 77 al 81 del siglo pasado.
Fue una gran experiencia trabajar con aquellos/as jóvenes inquietos donde algunos continuaron en el acertado sendero de la academia. Unos años después, me reencontré con algunos/as pero ahora como mis alumnos de licenciatura en la Unison o de posgrado en CIAD. Una experiencia satisfactoria llena de anécdotas agradables y de aprendizaje para mí. De hecho, una de mis alumnas en el colegio lo fue posteriormente en la universidad y posteriormente en CIAD como una de mis primeras alumnas graduadas de Maestría en Ciencias; Tere es su nombre. Uno de mis alumnos, ahora Doctor en Ciencias, fue recientemente candidato a rector de la Unison.
Después de mi periodo en el Cobach, me incorporé a CIAD a principios del 82, primero como Técnico Académico y después como Profesor Investigador en el 89 al terminar mi formación como Doctor en Ciencias. A partir de ese año me inicie como maestro de posgrado en CIAD y de licenciatura en la Unison.
Esta combinación me sirvió para captar muchos alumnos que realizaron su tesis profesional y de grado dentro del mi programa de investigación fungiendo como su director de tesis. ¿Cuántos alumnos he tenido? De verdad muchos, pero muchos, considerando al menos un historial de 40 años en alguna aula.
Mis alumnos siempre han sido mi fuente de inspiración y aprendizaje. Han sido mi mayor reto por participar de alguna forma en su proceso de formación académica, pero principalmente humana, mi principal preocupación. En esta mi encomienda, trate de ser bueno; solo ellos/as lo dirán.
De ser mis alumnos/as, algunos, muchos diría, pasaron a ser compañeros de trabajo y colegas en el ámbito de la ciencia, como investigadores nacionales miembros del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras (SNII) y de la Academia Mexicana de Ciencias, directivos de instituciones académicas, líderes de grupos de investigación y coautores en mis publicaciones.
Me siento orgulloso de todos/as ellos y satisfecho de mi trabajo. Todos/as estuvieron listos desde un principio; y lo digo como lo leí en alguna parte: “El maestro aparece cuando el alumno está listo”; es verdad. Y así fue. Siempre traté de aplicar aquello que aprendí del Tío Alberto: “Yo no enseño a mis alumnos, solo les proporciono las condiciones en las que puedan aprender”. Como buen socrático que presumo ser, aplique cuanto pude la mayéutica, mi imprescindible herramienta didáctica; con ella, todos/as aprendimos. Gracias jóvenes. Nos seguiremos viendo.
(rpacheco@ciad.mx / @rpacheco54)

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