El lado bueno de
Teuchitlán y el laberinto de la información
"Los laberintos se diseñan para confundir y desorientar; tienen múltiples e intrincados caminos..."

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Los laberintos se diseñan para confundir y desorientar; tienen múltiples e intrincados caminos, atajos y calles sin salida. Cada una está meticulosamente creada para desorientar haciendo que el camino correcto sea difícil de localizar.
El tema del “campo de exterminio“ en el Rancho Izaguirre, convertido en una especie de estruendoso laberinto, sigue inundando todos los espacios informativos, atosiga, satura, dificulta el discernimiento.
Reconozco que me equivoqué cuando escribí en mi anterior entrega que el caso de Teuchitlan podía quedar “desplazado a los confines del olvido”, fallé, no ha sido así. La revelación de las atrocidades cometidas en el pequeño poblado jalisciense sigue impactando con fuerzas a tiros y troyanos, sigue sacudiendo a amplios segmentos de la población, retumba en los más altos niveles del poder político y de los medios de comunicación que no han dejado de ocuparse de él a lo largo de casi tres semanas.
Sin embargo, los detalle de lo que realmente sucedió sigue oculto, lo que se comunica es una ensalada de versiones que se mezclan y combinan esparciendo trozos de verdad y dejando espacios de oscuridad y silencio. Los voceros y las bocinas racionalizan sus enfoques, suben los decibeles al máximo y así, lejos de comunicar, confunden. Los canales más usuales son:
•La información cotidiana en las mañaneras del pueblo
•Las versiones de la comunicación social a modo
•Noticias y opiniones, oficiosas e independientes, a través de todos lo medios
•La defensa a contra pelo y la agresión verbal de políticos de escaso calado
•El guion predecible de las partes oficiales y
•El rejuego entre autoridades para controlar la judicialización del caso
Si con el silencio se le apostaría al olvido, con el coro estruendoso de la comunicación coral se le apuesta al enfado. Con ello, la realidad estrujante permanecerá escondida en el silencio de los que ya no están, en el afán de las madres víctimas que cargan en sus corazones el dolor de la ausencia, y en sus hombros el peso de picos, palas y agotadoras jornadas a campo abierto; estará presente en los colectivos buscadores que no le sacan al sudor porque se retroalimentan de esperanza.
Salir de un laberinto no es tarea sencilla, se requiere ingenio y valentía. Se cuenta que en la antigua Grecia el rey Minos de Creta encargó al arquitecto Dédalo la construcción de un laberinto del que nadie pudiese escapar. En el centro de este intrincado diseño habitaba el Minotauro, una criatura mitad hombre y mitad toro. Muchos intentaron entrar y salir del laberinto y fracasaron, solo Teseo, con la ayuda de Ariadna y su hilo, logró encontrar la salida tras derrotar al Minotauro.
Hoy, vivimos en una era donde la sobrecarga de información es la norma. Este entorno puede ser abrumador y llevarnos a la confusión si no establecemos estrategias claras para gestionarlo.
¿Qué hacer para, cual Teseos del siglo XXI, escapar del estridente laberinto, de la avalancha de mensajes y declaraciones que recibimos en Podcats, Emojis, Videos, Iconos, a través de las distintas redes sociales: Instagram, X, Facebook, WhatsApp, correos electrónicos, noticias en línea?
Algunas sugerencias son las siguientes:
•Programar los horarios y tiempos de exposición ante los medios
•Ser selectivo, saber discernir la calidad de la información
•Auto gestionarnos como consumidores racionales de información
•Marcar límites al uso de los medios de comunicación masiva.
Escapemos del estruendoso laberinto informativo que, sin sentirlo, nos atosiga, satura y dificulta el discernimiento. Salgamos del lamentable estado en el que, a juzgar por los resultados, parece haber caído la mayoría de la población.
Queda tela de donde cortar…
Ex rector de la Universidad Kino

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