Tal parece que en este País hemos perdido el sentido de la realidad. ¿Cuánto más podremos seguir simulando el que las cosas van bien y tenemos todo bajo control? La mediocridad asociativa nos consume haciéndonos cómplices e involuntarios solapadores de la incapacidad y nula visión de Estado de la clase gobernante supuestamente transformadora, que se olvidó de la creatividad y del espíritu innovador que recorre el mundo.
Esta clase se olvido del futuro porque simplemente el futuro no le importa, o no está en sus prioridades. Ella lo tiene todo asegurado al haber privatizado las ganancias y socializado las pérdidas.
Si todo sigue así, si la inmovilizante abulia, ignorancia y pereza legislativa continua con su predominio, si solo se gasta el tiempo y los recursos en dimes y diretes, si la lista de raterillos y rufianes transexenales que vacían las arcas publicas sigue en aumento sin que las autoridades hagan algo, el destino nos alcanzara aunque me parece oírlo ya a la puerta.
Me queda claro que debemos trabajar en un nuevo intento por generar confianza; confianza entre nosotros mismos los ciudadanos, confianza en nuestras instituciones, confianza, porque no, en nuestros representantes políticos y nuestros gobernantes.
A como están las cosas, no será empresa fácil. ¿Qué necesitamos? Posiblemente, y solo para iniciar, un curso de inteligencia emocional que nos lleve a generar una interdependencia positiva donde todos ganemos. ¡Basta ya de descalificaciones mutuas! ¿Qué no habrá alguien bueno por ahí, inteligente, o al menos bien intencionado? Ya somos 130 millones de mexicanos conglomerados en una superficie de 2 millones de kilómetros cuadrados, pero sin proyecto de Nación después de más de 200 años de vida independiente.
¿Será acaso tan difícil elaborar un proyecto de Nación? ¿O será acaso que se cierne sobre nosotros algún maleficio, conjura o ancestral complot derivado de la supuesta traición de la Malinche?
En este tiempo de campañas electorales, el único sentimiento que de mi interior emerge es el de la vergüenza. Que ambiente tan desagradable se vive en este vendaval surrealista y de vecindario por el que nos conducen los candidatos, creyéndose cada uno/a, a su manera, el redentor social por excelencia o el enviado de barba blanca que hemos esperado por siglos según la mas pura tradición de nuestra historia indígena.
Siento vergüenza por su falta de sintaxis y prosodia hasta en sus estructuras mentales. ¿Quiénes creen que son? ¿Quiénes creen que somos nosotros? Sepan que les llevaremos la relación de sus olvidos.
Candidatas/os, necesitamos de Ustedes coherencia e integridad en lo personal; inteligencia y compromiso en lo social. ¿Será mucho pedir? No queremos perder el tiempo en falsas expectativas. Si para mi el creer siempre ha sido un placer, últimamente he pagado costos anímicos elevados que me indican la necesidad de adquirir una póliza de gastos médicos mayores contra el desengaño y la desilusión, aunque por mi edad me imagino que la prima será bastante alta.
Por lo que pueden ver, me encuentro en el proceso de evaluar las posibilidades que aún tiene la esperanza, con un corazón que viste canas cansado de latir en las promesas.
No caigamos en el descrédito del compromiso y en la rentabilidad de la indiferencia. Eso no funciona mas. ¡Todo, excepto la indiferencia! Hoy, los vientos de la novedad recorren el mundo; no nos sintamos ajenos a ellos. ¡A votar todos! Y estemos seguros de que “el mañana es mas que un adverbio de tiempo”. Como información adicional, seré presidente de casilla.
(rpacheco@ciad.mx / @rpacheco54)